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Los gobiernos democráticos, sujetos durante su ejecutoria al control de una oposición y a la opinión de la gente, suelen acabar metidos en polémica y, ... a menudo, sujetos a acusaciones. Lo más insólito, y apenas sin precedentes, es que arranquen su gestión con muchas de las instituciones del Estado en contra, con el rechazo de la mayoría de los votantes y la consecución del poder ejecutivo en un mercadeo, que incluyó el apoyo de delincuentes y la desautorización de los jueces.
No le va a resultar fácil a Pedro Sánchez, el promotor de esta estratagema para acceder al cargo de jefe del Gobierno, salir airoso de esta legislatura que comienza. Parte de la dependencia precaria de más de una docena de partidos, algunos enfrentados entre sí, todos con ideas diferentes y que si en algo coinciden será en extender la mano exigiendo, con ánimo de chantaje, todo lo prometido a cuenta de su voto, que no es poco. Y más grave incluso es partir con el rechazo a su investidura que han expresado las principales instituciones del Estado, comenzando nada menos que por la Justicia.
Tampoco ayudará al presidente la falta de carisma que ya acusó en los años que lleva gobernando. Su talante prepotente y su actitud a menudo despectiva, no calan en una sociedad como la española, harta de conflictos internos, sean criminales o independentistas, que necesita un líder que la arrope y tranquilice para afianzar la democracia, estimular su progreso y reafirmar un prestigio internacional que últimamente está volviendo a deteriorarse. Una buena parte de los españoles está preocupada por los problemas cotidianos que afronta, desde la llegada a fin de mes con la bolsa de la compra vacía, hasta la imposibilidad de conseguir una vivienda.
Para mayor frustración, ninguno de estos asuntos fue abordado por el nuevo presidente ni en su presentación ni en las respuestas a sus socios de investidura, más ocupados de librarse de sus responsabilidades penales sin ofrecer arrepentimiento. Por el contrario, reafirmando su propósito de seguir incurriendo en ellas. No va a ser una legislatura fácil, se repite desde la obviedad de la situación. Las muestras variadas y poderosas de rechazo previo han sido insuficientes. Alguien en el debate recordó a Sánchez que la Historia no le indultará como él ha hecho, con cargo a la dignidad de los demás, con los que antes consideró sus enemigos.
En fin, poco queda por decir y pocas palabras pueden devolver el ánimo a tantos como lo han perdido estos días. A veces creemos que la política no importa tanto como debería a la opinión pública. Pero cuando surge alguna alerta como ésta, es evidente que las preocupaciones en la calle se activan y detectan. Quizás quepa recordar entre todos que el mundo no se acaba, aunque a veces lo parezca, y que España es un país con historia renovada recientemente. Estamos muy curtidos, tanto contra los que intentan romperla en trozos, como contra quienes tienen que impedirlo si se duermen con la sensación de que el poder que han adquirido, previo pago previo, es eterno o inamovible.
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