Las recientes elecciones autonómicas y municipales dejaron en el aire la preocupación que despierta el que en la nueva legislatura -aunque todavía hay que esperar el resultado de las generales- el poder en España se vislumbra condicionado a los planteamientos ideológicos, autoritarios y retrógrados, que ... amenaza la presencia de VOX en los gobiernos de los diferentes niveles que ya están siendo asumidos por el Partido Popular.
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Se puede estar a favor o en contra, pero el PP es un partido conservador que no asusta: la experiencia, tanto de su etapa al frente del Gobierno como en la oposición, demostró que respeta la Constitución, defiende la libertad y asume los principios y prácticas de la democracia. Lo que asusta a una buena parte de los ciudadanos es la necesidad que está teniendo, para asumir funciones y aspiraciones, de llegar a pactos con VOX, el partido que lejos de adaptar sus planteamientos de extrema derecha y moderarlos para lograr acuerdos, los ha radicalizado.
Los ha radicalizado y, además, lo exhibe, con exigencias retrógradas e imposibles de asumir por quienes ya han entendido que los tiempos cambian, que la democracia ha evolucionado, mejorando la justicia y la libertad, y lo seguirá haciendo, lo cual implica que algunas de sus exigencias antisociales no puedan ser admitidas. La extrema derecha ha resurgido en varios países europeos y en todos provoca inquietud, por su peligro para la libertad, la democracia y el progreso. La conclusión es que no se puede asumir exigencias tan inconcebibles como la tolerancia de la violencia machista o la negación de los derechos de las personas a vivir conforme a su condición sexual.
Ante este panorama, y a la espera de que las elecciones del 23 de julio contribuyan a aclarar mejor el futuro y a consolidar el bipartidismo -que tan buenos resultados ha prestado a la estabilidad social-, alegra ver que los populares y su líder, Núñez Feijóo, estén mostrando límites a un socio potencial que empañaría su imagen, y haría imposible afianzar sus intenciones de consolidarse como un partido de centro derecha libre de compromisos vergonzantes, promovidos en algunos casos incluso por políticos estigmatizados por su pasado violento y delictivo.
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En ese sentido, es admirable el ejemplo de la aspirante a presidenta de Extremadura, María Guardiola, que ha mostrado su decisión de renunciar a sus posibilidades de ocupar el cargo si tiene que asumir las exigencias de VOX, que condicionarían los principios básicos que responden a sus ideas, a las promesas que hizo a sus votantes, que estigmatizarían su gobierno y supondrían una traición a la igualdad entre mujeres y hombres. Y, por supuesto, traición a la condena de la violencia y el maltrato que muchas mujeres siguen sufriendo, con la condescendencia de los que tienen que evitarlo.
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