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Muy bien puede decirse que, aunque no seamos gallegos, hoy votamos todos. Galicia es una comunidad muy próxima y parece lógico que los asturianos estemos más interesados, mientras seguimos el escrutinio por televisión y radio. Pero no solamente por nuestra afinidad geográfica y cultural estas ... elecciones cobran especial importancia para los asturianos y el resto de los españoles: se le añade la crisis política en que estamos viviendo, con la sociedad dividida, las instituciones empantanadas y el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez empeñado en mantenerse en el poder a cualquier precio, asociándose a los españoles que no quieren serlo y dispuesto a resistir en el poder incluso saltándose las leyes y forzando la Constitución.
El resultado de unas elecciones autonómicas siempre es interesante, pero en esta ocasión cobra mayor relieve, por tratarse de las primeras después de las generales, en un calendario del que acabará dependiendo la suerte de un Gobierno que crea esperanzas para delincuentes y frustración para una buena parte de los cuarenta y ocho millones de españoles. Es bastante probable que el futuro político empiece hoy, siga con las autonómicas vascas y culmine con las europeas programadas para junio. Si, como parece bastante probable, un PSOE desvencijado como está sale derrotado de forma clara y contundente de las tres consultas, será casi imposible que pueda continuar.
Las encuestas en este caso anticipan resultados claros: ganará el Partido popular y la duda es si obtendrá la mayoría absoluta para poder seguir gobernando. El partido Socialista parece condenado a un penoso tercer puesto, que reflejará seguramente el malestar que ha creado en el ámbito nacional. Y, si no hay mayoría absoluta, se verá predestinado a sufrir el modesto papel de apoyo del Bloque, uno de los grupos independentistas que le respaldan a nivel nacional, como apoyo a la señora Pontón en sus planes, ya anticipados para que no haya sorpresas, de imponer el gallego como idioma único escolar y dedicar el esfuerzo a conseguir la independencia.
Mantenerse en el poder hipoteca a Pedro Sánchez a encabezar un gabinete limitado a gobernar sin otro objetivo prioritario que no sea la servidumbre a las reclamaciones de los partidos secesionistas, acreedores de mil promesas. A los que no sólo se les concede cuanto piden, sino también se les estimula indirectamente a no a rectificar en su rechazo al valor de la unidad y a progresar en su empeño de convertir España en algo parecido a la desintegración de la antigua Yugoslavia, hoy descuartizada en siete estados. España no es el único país que soporta ambiciones separatistas incluso dentro de la Unión Europea, pero todos los gobiernos, empezando por el francés, se mantienen alerta para frenarlos y mantener algo tan sagrado como es la integridad territorial.
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