El descalabro electoral sufrido por el PSOE y de manera muy especial de Pedro Sánchez estaba previsto tanto en las encuestas como en el ambiente que se respiraba en las calles. No parece que sea muy necesario detenerse a analizar las causas que se fueron ... acumulando a lo largo del tiempo que llevamos de legislatura: desde la mala compañía de una coalición predestinada al fracaso hasta las ansias por tomar decisiones que envenenaban el sentimiento de una opinión pública con memoria histórica, sentimientos patrióticos y de dignidad personal.
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La decisión instantánea del todavía presidente del Gobierno de disolver las Cortes y convocar elecciones el 23 de julio, en plena época inoportuna de vacaciones, está entre sus prerrogativas y ante el fracaso que acababa de sufrir con la pérdida del poder autonómico y municipal, es lógica y comprensible. Lo malo es que haya esperado tanto tiempo para hacerlo cuando la opinión pública se lo venía demandando y la realidad política no cesaba de justificarlo. Hay muchos problemas de diferente condición que reclaman soluciones urgentes y de manera especial la presidencia de la UE que España asumirá dentro de pocas semanas. Las fechas que mediarán entre la campaña, las elecciones y la formación de un nuevo gabinete, que probablemente no se resuelva rápido, abren un paréntesis de interinidad preocupante. Sánchez tendrá que seguir ostentando el poder, representando nuestros intereses en Bruselas y el marco comunitario con la limitación de ejercerlo en inferioridad de condiciones y sin los respaldos que muchas decisiones necesitan o cuando menos convendrían.
El descalabro en las municipales no sólo ha dejado al PSOE con el poder recortado sino que ha consolidado a Núñez Feijóo como un candidato firme y solvente del Partido Popular que de partida sale como claro favorito. Aunque también es evidente que Feijóo necesitará tiempo para consolidar su candidatura y preparar la campaña cuyo principal objetivo será conseguir la siempre ansiada mayoría absoluta, que en este caso tendrá que intentar acomodarse a la probabilidad de que el resultado le obligue a contar con Vox y el rechazo mayoritario que representa. Habrá que esperar, pero probablemente Vox se volverá exigente con su radicalismo. Su aspiración será integrarse en el Gobierno lo cual nadie duda que lo estigmatizaría tanto dentro de España como en el extranjero donde sus exigencias complicarán las relaciones con la Unión Europea.
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