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Hay muchos indicios, y sobre todo datos que lo corroboran, de que el coste de la vida está mejorando. Las amas de casa no lo acaban de creer, primero porque las buenas noticias en el terreno económico siempre cuesta reconocerlas, y, por otra parte, porque ... justamente es en la alimentación y el consumo cotidiano donde las rebajas de los precios o no se han producido o apenas se notan. En España, concretamente, es el sector en el que la inflación menos cede.
En los Estados Unidos, que siempre es el mejor punto de referencia de los mercados, estos días la prensa destacaba, no sin cierta euforia de los políticos, que la inflación, tras alcanzar el récord histórico del ocho por ciento, había descendido al cuatro. Bien es verdad que como los economistas propenden siempre a poner algún reparo a cualquier dato, la Reserva Federal ha anticipado que subirá los tipos de interés.
Los comentarios en las calles de las grandes ciudades norteamericanas coinciden bastante con los que se escuchan en España. Han bajado los precios, pero también ha descendido la capacidad de gasto que tanto se había beneficiado con los ahorros forzosos que generó la pandemia. Se está gastando menos y con más cautela, especialmente en viajes, hoteles, restaurantes y turismo en general. En San Francisco, una de las ciudades más atractivas, los hoteleros han reconocido que el número de cancelaciones de reservas se ha incrementado.
En otros países de Europa ocurre lo mismo, tanto en lo que se refiere a los precios como al gasto y España es un ejemplo. En Madrid, las exigencias de un mínimo de doce o quince días para poder reservar una mesa para cenar un sábado casi han desaparecido. Cada vez es más fácil encontrar mesa para comer en un restaurante de cierto nivel sin haber reservado con antelación. Los que habían implantado el deploraba segundo turno para cenar empiezan a prescindir de tan lamentable iniciativa que te obligaba a levantarte sin tomar el café.
Otro de los capítulos que anticipa la limitación de los presupuestos de gastos para las vacaciones afecta a los viajes, especialmente en avión. Aunque continúan manteniéndose los precios de los meses pasados, cuando el dinero circulaba con mayor fluidez, las reservas han descendido, lo mismo que en los hoteles turísticos. Muchas familias reconocen que no pueden pagar el desplazamiento cuando cuentan con varios hijos y que están optando por el recurso al coche, a las casas rurales y a los pisos particulares, una forma creciente de alojamiento sobre todo en grandes ciudades como Madrid, donde despierta críticas y problemas.
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