Corren malos tiempos, se concluye leyendo las primeras páginas de los periódicos o viendo la televisión. La guerra entre Ucrania y Rusia, que va camino de cumplir dos años sin ningún síntoma de que vaya a terminar, ha abierto una etapa de desgracias naturales y ... políticas que causan víctimas y problemas que complican la normalidad internacional con nuevos conflictos y el incremento de la tensión.

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En realidad, los males comenzaron con la pandemia del coronavirus, que dejó muchos centenares de miles de muertos en todo el mundo. Luego vino la sequía, que está contribuyendo a la escasez de alimentos y a incrementar los índices de pobreza mundial, a la que habría que añadir, una serie de graves catástrofes naturales que siembran desolación y miedo, además de destrozo incalculable en los países que las sufren.

El terremoto de grandes magnitudes en Turquía, este verano, y sus terribles efectos, hace escasos días se ha repetido con semejantes características y efectos en Marruecos, donde ha dejado cerca de tres mil muertos, destrozando ciudades turísticas fundamentales para la economía nacional. A lo que hay que añadir los daños incalculables causados por las tormentas e inundaciones en varios países europeos, como Grecia y Bulgaria.

En Libia, un país dividido desde la muerte de Gadafi, con la población muy dispersa, en buena parte por el desierto, y prácticamente en guerra civil en la disputa por el poder -para la que tampoco se ve final-, cuya gravedad había pasado inadvertida en Europa, los temporales, inundaciones y vendavales destruyeron poblados y causaron alrededor de cinco mil víctimas.

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Mientras tanto, el África subsahariana, además de desastres climáticos, sufre numerosos incidentes políticos que incrementan su frágil estabilidad, con revoluciones como la que agita a Sudán, con el enfrentamiento de dos bandos militares que unos meses atrás gobernaban unidos y ahora se reparten la masacre de sus luchas callejeras en medio de los habitantes.

Los golpes de estado, que ya parecían desterrados, han vuelto a sacudir la democracia que se estaba consolidando, con el derrocamiento de cuatro gobiernos, algunos sin haber llegado a asumir el poder tras las elecciones: Mali, Burkina Faso, Níger y Gabón. La expansión del terrorismo yihadista en la región incontrolable del Sahel y la intervención de China y Rusia, con grupos armados profesionales, está en el origen de esta desestabilización que se está demostrando que tiene efectos contagiosos.

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Detrás está siempre la pobreza que genera la emigración a Europa, sin olvidar el abandono de las antiguas potencias colonizadoras y los Estados Unidos. Hay coincidencia en que el futuro está en África, pero la atención se ha limitado a los países ricos y las grandes multinacionales, lejos de invertir en el desarrollo, se limitan a llevarse las materias primas desentendiéndose del futuro de sus habitantes. China y Rusia descubrieron el filón y se están aprovechando.

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