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Las amas de casa ya no están solas en sus quejas cotidianas ante el aumento de los precios de los productos básicos que requiere la alimentación de una familia. El propio Instituto Nacional de Estadística ha reconocido que en el mes de abril los precios ... han subido hasta el 4,7%. Un incremento preocupante que, por otro lado, contrasta con el descenso de productos agrícolas, como las patatas, verduras y legumbres, que en los supermercados sin embargo están más caros.
El ejemplo que despierta más polémica es el del aceite de oliva, que el año pasado tuvo una mala cosecha y situó su precio por las nubes. Este año, en cambio, la producción es mejor, pero no por eso los precios de venta en las tiendas han descendido, e incluso continúan subiendo. Todo esto explica que, añadiendo la subida del gas, la inflación en abril alcanzaba el 3%, algo que no ocurría desde hace varios años.
Un estudio de la relación entre precios y salarios muestra que estamos viviendo peor económicamente que en 2015. Y eso que en este trabajo sobre consumo no se incluyen los precios de la vivienda, tanto para comprar como para alquilar. Gran cantidad de jóvenes que se acaban de incorporar a sus primeros puestos de trabajo, con salarios inferiores en muchos casos a 1.500 euros mensuales, dejan cerca del 40% de sus ingresos en el pago de la renta de la casa que habitan.
La convulsión política que se está viviendo distrae la atención de algunos problemas, tan prioritarios como este, que la sociedad está sufriendo sin que se les preste atención. Hace unas semanas asistimos a las manifestaciones de los agricultores y ganaderos por las caídas de precios, con razonamientos más que justificados. La realidad es que hasta el momento los precios de venta de sus productos no han mejorado y, sin embargo, en los estantes de los supermercados no paran de subir.
La explicación más socorrida, y probablemente bien justificada, es el porcentaje que obtienen los intermediarios, a los que se considera los más beneficiados. Algunos envasadores o distribuidores son acusados de intentar distraer de esta situación, recurriendo en algunos casos a reducir el contenido de los productos empaquetados y mantenerles el mismo precio. Un truco que no convence. En lo que sí existe unanimidad entre productores, distribuidores, procesadores y vendedores es en las subidas de los costes fiscales. Algunos establecimientos confiesan que las compras han decaído: las cestas son más reducidas y aumenta la adquisición de las marcas y tipos de productos más baratos. «Todo el mundo vuelca sus quejas en las cajeras de las tiendas, que nada pueden hacer, como es lógico», comentaba un empresario del comercio detallista. «Las quejas deberían hacerlas llegar a las autoridades, que no se preocupan de defender el equilibrio necesario entre todos».
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