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Hay guerras sin disparos ni bombardeos que no admiten intervenciones diplomáticas, si acaso novenas entre los creyentes, para paliarlas. El calor, del que los que ... no creen en el cambio climático también se quejan aunque lo disculpan, causa más males incluso que los disparos de las metralletas, los drones explosivos y los bombardeos de los aviones de combate. El año pasado por estas fechas el número de víctimas del calor en el marco de la Unión Europea se calcula que alcanzó los 47.000. De este año todavía no hay estadísticas rigurosas, pero sólo en España se estima que ya ocasionó alrededor de novecientas muertes. En algunos lugares de la península la temperatura ambiental alcanzó los cuarenta y cinco grados. Este año, con las cifras que van alcanzado los termómetros, seguramente serán aún más elevadas. La palabra que lo describe por si sola es insoportable y para muchas personas con problemas de salud, un gran riesgo.
Atravesamos una etapa caracterizada por el peligro del estallido de una nueva guerra mundial propiciada en el ámbito geopolítico tanto en Europa como en el Próximo Oriente por las de Ucrania y Gaza, que cada día que pasa incrementan el balance de víctimas. Y la realidad es que el calor que nos agobia las supera. Bien es verdad que no es igual en todas partes, pero los estudios de las Naciones Unidas aseguran que fue el récord mundial desde que existen controles.
Más allá de los aspectos anecdóticos, la realidad es que enfrentamos un problema de ámbito mundial para el que no se ven soluciones más allá del aire acondicionado, de alcance limitado. Las aglomeraciones turísticas de estas semanas lo agravan, aunque proporcionan facilidades para protegerse y un ambiente de laxitud que facilita olvidarlo. En algunas ciudades importantes se han ensayado fórmulas para paliar sus efectos y tomado medidas para socorrer a las personas de edad avanzada que son las más propiciatorias.
Mientras tanto, el caudal de los pantanos disminuye y los campos se resecan, perjudicando el desarrollo de los cultivos y alterando o rebajando las cosechas. En España mismo, un país de tradición agrícola y ganadera, asistimos con preocupación a importaciones de productos de primera necesidad para satisfacer las necesidades del consumo. En otros continentes y países la gravedad es mayor. Hace meses y años incluso que no llueve y el calor cada vez asfixia más.
Ante esta situación en el Norte (de Asturias para arriba) donde lo peor es el frío, que en muchos casos también ha amainado, el calor es más asumible. Los peores efectos se localizan en África, donde proveerse de agua para beber obliga a kilómetros de desplazamientos, con la carga a cuestas de las vasijas a duras penas rellenas, con su bebida racionada en los hogares y la muerte de los animales domésticos, como ocurre con las vacas exhaustas por la desertización de los pastos.
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