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Tras la austeridad impuesta por la pandemia, últimamente en Madrid se ha puesto de moda abrir restaurantes ultramodernos y modernizar los tradicionales. Alguien decía que los restaurantes en la Capital se reproducen tan rápido como las hormigas y los clientes se multiplicasn Las razones que ... se arguyen son variadas: hay quien opina que se está tirando de los ahorros que facilitó el confinamiento, otros opinan que es el resultado de la popularidad que han adquirido los chefs, más que las estrellas de Holliwood... no sé.
También influye que hay que comer todos los días y que cada vez los horarios laborales son menos propicios a facilitar al menos el almuerzo en casa. Pero tampoco es menos cierto que la cocina y la calidad de los restaurantes se han convertido en tema de conversación cotidiana. Abren muchos restaurantes y cierran algunos porque en contra de lo que se piensa, no son un negocio fácil y menos como les está ocurriendo a algunos emprendedores que desconocen el oficio y descubren tarde sus pros y contras.
Es relativamente fácil por lo que parece abrir sus puertos y ponerlo de moda durante unos cuantos días, eso sí. Hay expectación creciente entre la gente por conocer y probar nuevas ofertas. Algunas veces las reservas se convierten en semanas que son esperadas con ansiedad. Todo empieza a ser muy normal hasta que el boca a boca pasa a convertirse en la clave del éxito o el fracaso. La propaganda inicial despierta la curiosidad, pero en muchos casos, la opinión verbal enseguida la empaña.
Los expertos en publicidad saben que en ningún negocio el boca a boca es tan decisivo para determinar su futuro como en los restaurantes. El recurso a las redes sociales enseguida se olvida en cuanto es desmentido por la experiencia. Tampoco cuenta tanto como se cree la novedad de lo nuevo, es decir de lo último en la moda. Como tampoco lo es la repetición en la propaganda. Ganarse el atractivo de un restaurante no es tanto una cuestión de masas.
Basta con que un cliente critique su experiencia y rechace la calidad de la comida, por mucho que se le pongan descripciones sugerentes, no sólo para que él no vuelva a pisar el establecimiento como que quienes lo escuchan se abstengan de comprobarlo. Eso explica que restaurantes fruto de grandes inversiones agoten rápido la moda que despiertan y acaban teniendo que traspasarse o cerrar las puertas. El prestigioso escritor Manuel Alcántara, buen gastrónomo, decía de un restaurante decorado con sentido artístico : «Yo cuando quiero ver un cuadro de Picasso voy al museo del Prado. A un restaurante voy a comer bien y ser bien servido».
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