Venezuela fue un buen refugio para millares de asturianos, unos, los más, que huían de la miseria que se vivía en aquella España de la posguerra, y otros, los menos, con inquietudes, que se sentían agobiados por la falta de libertad, cuando no de miedo ... a la persecución de la dictadura. La evolución cubana había roto la tradición histórica de emigrar a Cuba, algunos regresaban con lo puesto, como suele decirse, y Venezuela se convirtió en lugar de acogida de los que huían de otra dictadura que les cerraba todas las puertas a las iniciativas y deseos de cualquier vía de prosperidad.
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En Venezuela la colonia asturiana enseguida recuperó recursos de unidad frente a la nostalgia colectiva de su tierra natal. Crearon un centro de reunión donde los visitantes eran recibidos con música de gaitas, y tenían múltiples atractivos para disfrutar y compartir desde gastronomía clásica hasta atracciones artísticas e instalaciones deportivas. Cuando los reyes Juan Carlos y Sofía lo visitaron fue una fiesta sin precedente: Venezuela era uno de los pocos países latinoamericanos que gozaban de democracia y que España diese el ejemplo de haberla conseguido era un motivo excelente de orgullo contra las alusiones habituales del desprestigio franquista.
Felipe González era el ejemplo que todos admiraban, incluidos los más conservadores, y el frenazo al golpe de Estado encabezado por Hugo Chaves se convirtió en un alivio viendo al golpista encarcelado, hasta que el presidente, ya algo senil Rafael Caldera, en un gesto que ratificaba su bondad y escasez de visión del peligro, decidió ponerlo en libertad junto a sus cómplices que lejos de agradecer la libertad se apoderaron del poder y rápidamente recurrieron al apoyo del comunismo cubano y emprendieron la iniciativa de aprovechar la ayuda e implantarlo en su país bajo el genérico chavismo que gracias a las corruptelas y la demagogia que acabó extendiéndose por países vecinos convirtiendo al propio, la rica Venezuela, en una dictadura encubierta tutelada desde la Habana, que acabaría limitando las libertades a cambio de la ampliación de la pobreza.
Tras la muerte de Chaves el Gobierno pasó a manos de un inculto, pero exaltado en ideas revolucionarias, conductor de autobuses de profesión llamado Nicolás Maduro que durante más de una década impuso un régimen respaldado por la tolerada, sino estimulada, corrupción del narcotráfico se aseguró la protección de una buena parte de las altas esferas militares. Los empresarios e intelectuales tardaron poco en abandonar en busca de otros horizontes y alrededor de cinco millones se refugiaron en el extranjero, especialmente en EE UU y España, entre ellos muchos españoles.
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Y entre los españoles, que eran más de cien mil, la colonia se fue reduciendo, incluida la asturiana que se ha quedado en menos de ocho mil, en su mayor parte familias de condición humilde sin capacidad para pagarse unos pasajes aéreos que la crisis generada y el abandono de varias compañías aéreas había encarecido. El Gobierno asturiano contribuyó con aportaciones económicas para paliar algunas necesidades apremiantes, pero insuficientes. La situación se agravó con el cierre de apoyo que supuso la estrecha relación que la dictadura de Maduro recibió con el apoyo fraternal del Gobierno de España, primero del presidente Zapatero, convertido con el tiempo en triste edecán de Maduro, y luego el de Sánchez, que a duras penas salva la dignidad ante el pucherazo de las elecciones celebradas el pasado domingo.
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