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Se despide 2024, es hora de hacer balances y de desear que el nuevo año sea mejor. El que despedimos hay que reconocer que en líneas generales ha sido nefasto, empezando por la DANA, que causó muertes y desastres estremecedores en Valencia. Y lo que ... quizás sea peor: el daño para la sociedad, en lugar a de sumar a todos tanto en las lamentaciones como en la recuperación y previsión para el futuro, la realidad es que está mostrando la actitud lamentable de algunos políticos que, lejos de unirse para enfrentar la catástrofe, han preferido aprovechar para enfrentarse y hasta insultarse en la búsqueda de culpables de semejante desastre natural.
El presidente del Gobierno apenas visitó los lugares afectados y no sólo se marchó a toda prisa para evitar que los damnificados le abuchearan, lo más triste es que su entorno criticó a los Reyes, que dieron ejemplo de solidaridad con los damnificados haciendo huecos en su agenda para ir a visitar aquellos pueblos y dar ánimo con su presencia.
Pedro Sánchez –que ni siquiera saluda a los líderes de la oposición en el Parlamento, a pesar de haber sido derrotado en las tres elecciones celebradas– se aferra al poder enganchado a unos aliados a los que estimula a seguir con sus ideas inconstitucionales, aparte de responder a sus exigencias a cambio de respaldarle dudosamente: entre los siete, de ideas enfrentadas unas veces unos y otras otros, casi siempre hay alguno que acaba rechazando los proyectos de Ley que presenta en el Congreso. Un Congreso para el que su actividad se limita a agredirse unos a otros verbalmente con un lenguaje y unas formas que recuerdan el triste espectáculo de algunas antiguas tabernas después de agotarse las existencias de vino.
Sánchez, que ha perdido todo el reconocimiento internacional que prometía su carrera, se halla, cuando todavía faltan casi tres años para concluir la legislatura, sumido en un entramado de situaciones delicadas que, además de despertar la vergüenza ante el resto del planeta, hacen que cada minuto que pasa su situación aparezca más comprometida.
El lunes pasado intentó hacer balance, lógicamente sólo positivo, de su gestión en los doce últimos meses. No convenció. Alardeó con cifras y éxitos rimbombantes, con lo cual ratificó la fama de mentiroso compulsivo que se ha ganado ocultando, por ejemplo, que las mejoras económicas introducidas son fruto de las ayudas europeas y la disminución del paro, de la incorporación de cuatrocientos mil trabajadores a los servicios públicos. No recordó que todavía hay dos millones de desempleados, cifra que nos proporciona el triste honor de ser el primer país de Europa en número de parados. Tampoco recordó, sobre todo a las amas de casa, que dentro de pocos días sufrirán un incremento notable en el coste de la vida al suprimirse la reducción del IVA para los productos básicos.
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