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No es solamente la geografía española la que está expuesta cada verano, y más en tiempos de sequía, a los incendios forestales. Ahora es en América del Norte, concretamente en los Estados Unidos y Canadá, donde los incendios están arrasando miles de hectáreas de terreno ... y causando destrozos incalculables, además de alarmar a las personas que están teniendo que abandonar los hogares con todas las prisas y el temor de no volver a recuperarlos.
La extensión y variedad de los incendios en estos dos grandes países no sólo supone un destrozo grande para los lugares donde se producen y la economía global, también son preocupantes de manera especial por los trastornos que están teniendo en la salud de las personas. Sus efectos en la atmósfera llegan a grandes ciudades como la propia Nueva York, donde se hace notar el aire contaminado, que afecta de manera especial a los enfermos pulmonares.
En California, donde ya hay precedentes de olas de incendios a menudo inexplicables, la situación es aún más preocupante si cabe. El riesgo de que se continúen multiplicando y expandiendo los fuegos ha impulsado a las grandes compañías aseguradoras a negarse a concertar contratos contra esta amenaza. En Los Ángeles, estos días el humo de los incendios en las comarcas de las proximidades ha obscurecido el ambiente y el aire aparece contaminado, con una especie de calima del desierto que alarma a quienes no la conocían.
En Canadá, donde la situación es similar, y en estados como Quebec aún más alarmante, los servicios contra incendios son quizás los más modernos del mundo: cuentan con equipos numerosos de especialistas para extinción, dotados con medios modernos poco conocidos, pero todo el despliegue que se está desarrollando resulta insuficiente. El principal problema es que se extingue un incendio en un lugar y enseguida se reproduce en otro distinto.
Como es habitual en situaciones similares en todos los continentes, la incapacidad para evitar que los incendios se reproduzcan y que su extinción sea insuficiente despierta críticas políticas, y de manera especial en los medios, contra las administraciones de los estados. La ola de incendios y sus detalles es un tema de las primeras páginas de los periódicos. Los expertos atribuyen el problema a la escasez de lluvias que se ha sufrido en los últimos meses, pero no faltan los que aprovechan para vincularlo a otros factores políticos y de intereses.
Están en primera fila los que niegan las previsiones contra el cambio del medio ambiente. Algunos lo hacen por su convicción de que se trata de una amenaza inventada por los científicos, pero otros -probablemente los más abudantes- son personas o entidades que se ven perjudicados por las medidas de defensa de la naturaleza y contra el cambio climático en sus intereses empresariales o financieros.
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