Directo ¡Dotor sentencia el encuentro en su debut en El Molinón!

Hay pocas tesis más ciertas que la que asegura que los extremos siempre se acaban tocando. Suele decirse mucho en la política, que es la actividad más flexible y acomodaticia que conocemos, y lo vamos a comprobar pasado mañana, si el tiempo y las ganas ... nos permiten escuchar al excomunista activo y convencido del pasado Ramón Tamames defendiendo, desde la tribuna del Congreso, la moción de censura Vox, el partido de la extrema derecha que propugna el regreso a los principios de la dictadura, abandonar la democracia para volver a gobernarnos con los principios del pasado casi olvidado.

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Costará metabolizarlo, tratándose de una personalidad como Tamames, cuyos méritos intelectuales son indiscutibles, pero la vida es así y si dejara de darnos semejantes sorpresas seguramente se volvería más aburrida. Más preocupante que esta pirueta política esperpéntica es quizás otra convergencia que se está produciendo entre otros dos extremos de intereses económicos, el de las amas de casa que cada mañana se enfrentan con el encarecimiento de la cesta de la compra y los banqueros, que están viendo cómo la inflación está haciendo que sus dividendos peligren.

Ambos intereses comparten estos días el insomnio que causan unas preocupaciones opuestas que, al final, lo que tienen en común es el dinero, bien sea por la angustia de su escasez o por los disgustos que a veces causa su abundancia. Estos días hemos asistido al hundimiento de dos de los bancos más importantes del mundo, el norteamericano Silicon Valley Bank y el Credit Suisse. Parece imposible que dos entidades de semejante nivel puedan quebrar igual que cualquier empresa modesta a la que se le ha torcido el negocio, pero a la vista está que también ocurre.

La vida es así, ya digo, y algo tan transcendental en el desarrollo de los avances sociales como fue la globalización de la economía se acaba convirtiendo en la amenaza más grave para la estabilización del mundo que habitamos. El problema de la quiebra de los dos grandes bancos afectados es el temido contagio que, aunque paliado in extremis por el socorro prestado por los estados, aún continúa el miedo a que las quiebras se extiendan y pongan en peligro el sistema bancario internacional. Una de las razones es sin duda la inflación.

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Es decir, el incremento descontrolado de los precios de los productos básicos que los encargados de hacer la compra cotidiana notan cada vez que entran en los supermercados. Hasta uno de los empresarios más emblemáticos del sector reconocía que eran exagerados. En los Estados Unidos, donde la inflación alcanza porcentajes inimaginables, en torno al 6%, la Reserva Federal, que es quien maneja los resortes económicos, quiso bajarla con urgencia y decretó por tercera vez el aumento de los tipos de interés.

Parecía una decisión acertada hasta que los bancos, con su dinero sepultado en los gigantescos y a menudo opacos fondos de inversión, se encontraron con que no podían asumirlo. Los gobiernos reaccionaron en su ayuda y en eso se debaten, pero para las amas y amos de casa, que sufren la desigualdad entre precios y salarios, todavía no se ha encontrado el equilibrio que les permita volver a dormir sin sobresaltos.

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