Estoy convencido de que el 2025 recién estrenado será un buen año, como todos nos venimos deseando desde la una de la madrugada del miércoles, aunque sin pasarnos en las ilusiones. Además, los gitanos, que es un pueblo universal con muchos siglos de historia y ... sabiduría acumulada, no quieren a los niños con buenos principios, y alguna experiencia deben de tener para asegurarlo. Así que… ojo con la euforia.

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2025, por ejemplo, comienza con la prolongación de la dictadura que desde Venezuela imita a un generalísimo, que el Gobierno de Sánchez pretende revivir; y en los Estados Unidos el temido Donald Trump asumirá nada menos que la máxima autoridad en este Mundo y por lo tanto es inevitable que el futuro también nos inquiete. Maduro, que para más bochorno de los españoles que lo asumimos sin rechistar se saltará todos los principios de la democracia, seguirá matando, encarcelando, torturando y fomentando que sus compatriotas huyan del país –tan privilegiado por la naturaleza– donde nacieron.

Maduro además de saltarse todos los principios de la libertad y la convivencia mintiendo y falseando los resultados de las elecciones para seguir en el poder del que la mayoría de sus conciudadanos quieren liberarse, aspira incluso a conquistar más territorio, arrebatárselo a la modesta Guyana, para pasar a la historia como el caudillo que hizo a Venezuela más grande a cambio de ser más empobrecida y menos poblada. En cuanto a Trump, que el día veinte ocupará de nuevo la Casa Blanca de Washington, entre los temores que inspiran sus ideas y compañías multimillonarias, están también sus ansias de más poder territorial.

No conforme con los cincuenta estados federados, además del asociado de Puerto Rico, ya sabemos que entre sus planes de expansión está que este presidente quiere comprar la isla autónoma de Groenlandia, sin respetar la soberanía danesa ni mucho menos la voluntad de los cerca de sesenta mil habitantes que la pueblan, lo mismo que pretende recuperar por la fuerza la Zona del Canal, su infraestructura y su base militar, que EE UU venía ocupando, y después de más de cuarenta años de su devolución a Panamá, que la reclamaba con todos los argumentos jurídicos.

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En fin, para empezar no son buenos principios, cuando realmente lo que la inmensa mayoría de la gente desea es que terminen las guerras que cada día se cobran vidas; que la paz recupere por fin su importancia para que todos podamos disfrutar de sus ventajas; que el desarrollo vaya reduciendo la pobreza en que se mantienen una buena parte de los habitantes del planeta, y que las grandes potencias económicas renuncien a colonizar otros territorios espaciales, como la Luna y, enseguida, Marte, hasta que en este que nos ha tocado habitar todos disfruten de un mínimo de bienestar, de una vivienda donde cobijarse y del respeto a unos derechos humanos irrenunciables.

Hay que apresurarse a añadir, por lo tanto, que los comienzos de año que celebramos son prometedores, pero también se impone ser conscientes de la importancia de no perder la esperanza de que los tiempos cambien. Igual que está ocurriendo con la climatología, que lo mismo nos proporciona más días de sol también nos amenaza con sequías, danas y terremotos.

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