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Destituciones, para empezar
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Barbón y Revilla, tanto monta, irán a Madrid a que la ministra les cuente lo que ahora ya saben y les explique lo que carece ... de justificación. Lo inaceptable de los trenes de Feve mal encargados no es solo error, sino la desidia con la solución y el silencio con el que se pretendió ocultarlo. La única coartada de Raquel Sánchez es decir que no se había enterado de nada, lo que la deja con solo dos alternativas: reconocer que no sabe lo que pasa en su ministerio o destituir no solo a los responsable de encargar 31 trenes que no cabían por los túneles, sino a quienes la mantuvieron en la inopia. Es probable que los presidentes regionales, que han hecho causa conjunta, vuelvan de la capital con algún trofeo político. A la ministra le conviene. A tres meses de las elecciones autonómicas, poco le interesan al Gobierno de Pedro Sánchez dos autonomías indignadas y el fiasco de los trenes como debate abierto en la campaña electoral. Aunque solo fuera en aplicación de la inconmovible aritmética de la política, la ministra necesita dar un golpe sobre la mesa y encontrar algún responsable de mayor entidad que dos funcionarios en horas bajas, únicos destituidos hasta ahora. En los últimos días no ha faltado quien le diera razones para desalojar su despacho. El presidente de Renfe parece haber echado la soga tras el caldero. Su desinterés por aclarar los errores de una contratación que dependía de su departamento no le deja en buen lugar. Y los informes que manejan Asturias y Cantabria sobre lo ocurrido aún menos.
Pero no se trata solo de ceses, sino de solucionar un desaguisado que se ha cocinado durante décadas. Desde que la gestión ferroviaria recayó en manos de dos organismos estatales, Renfe y Adif, que parecen circular por vías distintas. Los plazos comprometidos para las inversiones en las cercanías de Asturias se agotan sin apenas resultados mientras los trenes averiados se reparan con las piezas de otros fuera de servicio. El parque móvil se encamina al desguace sin una reposición asegurada. Y con todo, no son los trenes el mayor de los problemas. Las infraestructuras y los servicios continúan en los años ochenta. Los sucesivos ministros del ramo han prometido mucho, pero han sido malos pagadores de la deuda de sus palabras. Tal vez porque ninguno ha logrado mejorar lo más mínimo la situación, en Asturias todos se han limitado a alimentar el sueño del AVE y pasar de puntillas sobre las cercanías. Ninguno se ha atrevido de verdad a afrontar la realidad y menos a abrir el debate sobre su futuro. Con el paso del tiempo, la maraña que estrangula las cercanías se ha hecho imposible de desenredar sin cortarla de un tajo. Las destituciones son imprescindibles. Pero no deberían ser más que el principio.
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