![Despilfarro, fusiones, ciudadanía...](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202112/12/media/cortadas/gaspar-meana-khdH-U160225135603BEC-1248x1300@El%20Comercio.jpg)
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Por un mínimo sentido social, en un mundo –no siempre lejano– plagado de desigualdades y carencias elementales, me duele, como creo que a la inmensa mayoría de las personas, el derroche absurdo o fruto de una gestión prepotente.
Hace algo más de cuatro años, el ... Banco de España cifraba en 77.000 millones el coste del rescate a la banca y en 60.600 millones las pérdidas, tras unas magras devoluciones. Naturalmente, la situación comatosa de las entidades financieras no se debió a los impositores e inversores, sino a un conjunto de motivos como la competitividad, la globalización del sector y, por descontado, la mala gestión de un puñado de responsables de esos que perciben unos emolumentos a los que cuesta contar los ceros y que rara vez, pese a las fusiones y absorciones, se van para su casa. Siempre hay un acomodo y, en el peor de los casos, unas pensiones vitalicias escandalosas.
Digo yo, desde mi ignorancia –no soy economista de profesión–, que ya que estas entidades, difuminadas en otras y burlándose de los principios de sucesión societaria, no van a retornar un céntimo a las arcas públicas, por lo menos podían dejar de dilapidar recursos, muebles e inmuebles, por más que para ellos, viendo las ganancias anuales, esas cantidades sean calderilla. Y pongo algunos ejemplos reales, visualizados en Asturias pero que me consta que son idénticos en el resto del país.
Hace cosa de dos años, una entidad financiera, ya tiempo atrás absorbida, aunque conservando localmente parte de su nombre regional, abordó una reforma integral de una de las oficinas más céntricas de la región. Cada vez que pasaba por delante me asombraba el material de altísima calidad que se acopiaba a sus puertas para suelos y revestimientos y el número de personas empleadas en la obra. Bien; a los pocos meses, con las obras casi conclusas, la modernización o rehabilitación se paró, ciertamente coincidiendo con un proceso de 'aproximación' de entidades y hoy es un local vacío, casi abandonado. Ni el cajero dejaron. ¿Salió gratis esa broma? Es evidente que no. ¿La pagaron de sus bolsillos los miembros del Consejo de Administración? Ya sabemos la respuesta. Lo malo es que no es un caso único. Sin ir más lejos, muy cerca de mi domicilio pasó lo mismo cuando el primer banco nacional adquirió otro banco más o menos quebrado (lo de banca y bancarrota, no es nuevo). La diferencia es que, en este segundo ejemplo, la oficina lujosamente remozada llegó a echar a andar, con su mobiliario, equipos informáticos e incluso, lo que ya parece raro, seres humanos. No creo que llegara a un mes el tiempo hasta que se clausuró definitivamente y las preguntas son las mismas de antes.
Porque, además, nos toman el pelo. Podría citar muchos casos parecidos, pero me quedo con las numerosísimas oficinas de la antigua Caja de Asturias, luego Liberbank, que ahora están cerradas y sin utilidad alguna, más allá de poder introducir en sus paredes una tarjeta de crédito. ¿Sale eso gratis? ¿Nadie se queja de la mala política inmobiliaria? Bueno, viendo que, como se ha dicho, las oficinas supérstites van quedándose sin personal, con despidos derivados de las uniones y de la telemática, y las protestas se aguantan hasta que, en el mejor de los casos, la justicia laboral dice algo, o se llega a un penoso acuerdo de prejubilaciones (pan para hoy y hambre para mañana), no creo que estos despilfarros tengan corrección. Para colmo, repito, nos engañan burdamente. Tras la absorción por Unicaja, el mensaje de los cajeros es que vamos a estar de vicio con muchos más puntos de atención. Seamos serios: en el Principado y tres comunidades más, ¿cuántas sucursales de la entidad malagueña había y cuántas de Liberbank han cerrado? Sin comentarios.
Por eso, pese a ser un europeísta convencido, echo en falta una política clara y decidida de las autoridades financieras de la Unión para frenar estos despropósitos derivados de este alentado proceso de fusiones y absorciones. Porque no solo es la dramática brecha digital, que también. Es el desprecio a la ciudadanía y a sus ahorros y depósitos. ¿O esto solo pasa aquí y hay otros países donde no ocurre? ¿Tenemos aquí un problema de llegar a una ciudadanía europea igual en derechos y deberes? Otro día escribiré de lo que sé sobre esta última cuestión.
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