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Suele decirse que en Madrid pasa de todo y la verdad es que ahora mucho más. La pandemia decae muy lentamente y amenaza con repetir, la crisis económica abruma tanto a empresarios como a trabajadores, pero los únicos que parecen no enterarse o, lo ... que es peor, no importarle, son los políticos. Cuando la gente espera ayudas para salir del drama y vacunas para evitar el virus, lo único que se les ofrece es la evidencia triste de que quienes manejan las llaves de la situación se desentiendan de todo, para dedicarse en cuerpo y alma a dilucidar sus ambiciones. Por eso se está escuchando que solo consiguen desprestigio.
Que se desprestigien más de lo que ya lo estaban. La situación que se ha generado demuestra una vez más que solo van a lo suyo. Cuando más necesario es aunar fuerzas, estallan todos los enfrentamientos que se venían temiendo y alguno imprevisto. Los expertos de guardia están divididos y culpan de manera indiscriminada a todos los actores del espectáculo bochornoso.
Algunos hacen cálculos y pronósticos sobre quién será el beneficiado y el derrotado. Unos consideran que quien saldrá ganando es la coalición PSOE-UP, precisamente en un momento en que estaba empezando a hundirse. Otros opinan lo contrario, y anticipan el éxito de la arriesgada iniciativa de la promotora de unas elecciones autonómicas anticipadas.
Habrá que esperar primero a ver qué deciden los tribunales sobre las dos iniciativas en disputa –elecciones en mayo o las mociones de censura–. Los políticos, que evidencian su incapacidad para renovar al Consejo del Poder Judicial, ahora recurren a los jueces para que resuelvan sus diferencias e intereses encontrados.
Hablando de ganadores y perdedores de la refriega que se ha montado, la primera conclusión es que una vez más será la sociedad la que salga perjudicada. La desestabilización que se ha propiciado amenaza además con extenderse a otras comunidades autónomas y servirá para incrementar las discrepancias que han venido demostrando en algo tan serio como es la salud de todos.
La paralización de las administraciones implicadas frenará la recuperación económica que tanto urge, parará ayudas a los más damnificados y se gastarán muchos miles de euros en montar unas elecciones, que quieren celebrar sin que medie más justificación que la de mantenerse en el poder y, sobre todo, ampliarlo.
Las consecuencias, insisto, son imprevisibles. La experiencia demuestra el daño que ocasiona una desestabilización política, económica y social de esta naturaleza. De partida, se trata de una trifulca de gobiernos regionales, pero es bastante posible que acabe alcanzado a la política nacional y a los líderes, que desde el anfiteatro pueden verse afectados también en el incendio.
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