Como decía Rick el de 'Casablanca', levantándose de la mesa: «Lo siento señores, pero lo suyo es la política y lo mío atender este negocio». Lo mío tampoco es la política, en el sentido de añadir algo más al aluvión de comentarios cotidianos. Pero en ... el fondo estoy con los que dicen que todo es política y todas nuestras acciones tienen un componente político. Los que se dicen apolíticos, son la marca más diáfana del individuo de derechas, y seguramente es de quienes ha sacado Georges Brassens las letras de sus canciones sobre los pancistas. Hoy domingo, cuando escribo este panfleto, me llama la atención que, ante los desacuerdos del 'Brexit', Boris Johnson ha mandado las fragatas a patrullar por las aguas pesqueras. Indudablemente, los británicos son muy suyos y a veces dan la impresión también de estar desunidos, pero cuando alguien les hace cosquillas hasta los escoceses echan su gaita al hombro para ir todos a una contra cualquier país o continente. Perdieron algunas batallas, pero nunca perdieron una guerra; y contra España, tampoco batallas y, si no, que se lo pregunten a Nelson los que se acerquen a Trafalgar Square. Me da la impresión de que la batalla del 'Brexit' la ganarán también ellos, ante una Europa cada día más desunida y desinflada. Una Europa que por el Sur flaquea por el descontrol de la llegada de emigrantes. Por el Este emerge la extrema derecha, como contrapeso a un pasado bolchevique y a otros populismos de izquierda. Y algunos países del Norte ya llamaron manirrotos a Italia y a España. Buenos países para hacer el amor, según la canción, pero también para hacer la puñeta, según los nórdicos.
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Winston Churchill decía que el humor era una de las cosas más serias. El gran político tenía sentido del humor, y así lo reconocía Bernard Shaw cuando lo invitó al teatro a ver una de sus obras, añadiendo que podía ir acompañado de un amigo, si es que le quedaba alguno. Churchill respondió a la invitación que iría a ver la obra, y además acompañado de un amigo; pero que no iría el día del estreno, sino al siguiente, si todavía duraba en cartelera. Estoy seguro de que los políticos de aquí -en el caso de que haya alguno que le interese el teatro- las ironías las tomarían como ofensa, según costumbre. Yo no podré reunirme este año como cada 28 de diciembre, día de los Inocentes, con el grupo de amigos, casi todos de Oviedo. Me amenazarían una vez más con cambiar a los ingleses Gijón por Gibraltar. Ojalá, diría yo.
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