Las nuevas tecnologías que tanto nos están facilitando la vida, y a menudo complicando, también proporcionan nuevos medios para que los delincuentes avancen en la apropiación de lo ajeno. Y en esta ocasión no estoy refiriéndome a la delincuencia de élite, cuyos 'profesionales' se forran ... gracias a su dominio de la economía especulativa.

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No, los avances en las comunicaciones, empezando por los teléfonos móviles, han abierto también un campo inmenso al fraude sin necesidad de arriesgarse a ser sorprendidos robando carteras en el metro. Esta especialidad de delincuencia menor continúa explorando nuevas técnicas que se ceban sobre todo en la indefensión de los ancianos y la despreocupación de los demás.

El verano es muy propicio para la delincuencia. Hace apenas una semana, un amigo conocido por su ingenuidad y convicción de que todo el mundo es bueno, fue abordado al bajarse del coche por una joven que, aprovechando el atractivo de la generosidad de su escote, le mostró una hoja de papel con varias firmas y le pidió que incorporase la suya a una institución benéfica que ayuda a los más desamparados. «No hace falta que ponga su nombre -le dijo-. Basta con que firme y me muestre que se trata de su rúbrica en el DNI». Mi amigo rebuscó en el bolsillo el carné de identidad y, mientras tanto, ella, simulando que comprobaba la firma, en cuestión de segundos se apropio del dinero que llevaba en la cartera. Un robo burdo, sin la sofisticación con que los timadores reciclados actúan valiéndose de internet.

La ciberdelincuencia es un avance más enrevesado. Últimamente son bastantes las personas que han recibido en el móvil un mensaje supuestamente de su banco comunicándoles que por razones de seguridad su cuenta corriente había sido bloqueada y que para desbloquearla debería llamar a un número determinado. Quienes cumplen las instrucciones transmiten en la llamada detalles con los que luego efectuarán el timo. Se trata de una de las múltiples formas de asalto a las cuentas bancarias y tarjetas de crédito o débito, que los ingleses han popularizado con la palabra 'phishing', derivada del verbo pescar, que significa estafa o fraude bancario efectuados con recursos especializados y, por supuesto, gracias también a la despreocupación de las víctimas. El consejo policial y bancario es que ante cualquier duda se comunique a la entidad correspondiente.

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Aunque las llamadas de precaución proliferan y los ejemplos alertan, las estadísticas internacionales demuestran que este tipo de delitos son cada vez más frecuentes y sofisticados. Muchos se cometen desde el extranjero, lo cual dificulta las investigaciones y mantiene la impunidad de un número creciente de delincuentes, que prefieren utilizar sus conocimientos tecnológicos para robar que para ganarse la vida honradamente con una profesión moderna y de abundantes salidas en el mercado laboral.

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