Nuestra época parece estar asistiendo al sepelio de todo un ciclo y a las exequias de la Humanidad como estrato incluyente que otorga titularidad de derecho a todos los seres humanos más allá de su ciudadanía. Es una obviedad afirmar que estamos inmersos en una ... gran crisis global de civilización que comprende una infinidad de otras crisis (políticas, económicas, ideológicas, educacionales, religiosas y espirituales) vinculadas al ansia de poder, egoísmo y desprecio que sienten unos seres humanos por otros. Sabemos que el mundo no puede continuar así, sabemos que este camino nos lleva al precipicio y que se debe cambiar, pero también sabemos que esta nueva ruta no será transitada. El caos destructivo que sufre el planeta a todos los niveles, el grado y las formas de inhumanidad que superan todo lo conocido hasta ahora, la ola de odio a casi todo, la manipulación y la negación de la ciencia y la verdad, que derivan en crímenes contra la Humanidad y genocidios cotidianos, se encubren mediante un lenguaje cada vez más agresivo, ofensivo y soez.
El mundo padece una guerra global, iniciada en la década de los 90 del pasado siglo con las guerras yugoslavas, cuyo eje central incluye conflictos bélicos devastadores como el de Rusia con Ucrania y el de Israel con Palestina, Líbano y Siria, por recordar los dos más conocidos, acompañados de otros de alta intensidad en Etiopía (Amhara y Oromia), Irak, Malí, Myanmar, la región del Lago de Chad (Boko Haram), la República Democrática de Congo, el Sahel Occidental, Pakistán, Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Yemen. Y no olvidemos los innumerables conflictos, más o menos olvidados y de menor calado, que esporádicamente afloran en los medios de comunicación, que, al igual que los anteriores tienen un claro beneficiario que todos conocemos y que, además de quienes resultan vencedores finalmente en las disputas, es la gran industria bélica mundial.
Tanto quienes la representan como los que encarnan las principales potencias en conflicto son crueles y despiadados por naturaleza, ya que el negocio así lo exige, y de ahí que primero provoquen y sostengan financieramente las guerras para luego apropiarse de bienes, empresas y recursos de vencedores y vencidos. Por eso es muy importante financiar a todos los bandos enfrentados.
En 2023 los ingresos por la venta de armas y servicios militares de las cien mayores empresas del sector armamentístico -41 estadounidenses encabezadas por Lockheed Martin, RTX, Northrop Grumman, Boeing y General Dynamics, y 24 europeas, sin Rusia, lideradas por la británica BAE Systems, la transeuropea Airbus, la francesa Thales, la inglesa Rolls-Royce y la alemana Rheinmetall, a las que sumaríamos las rusas Rostec y United Shipbuilding y más lejos en beneficios y ventas las israelíes (3), turcas (3), coreanas del sur (4), japonesas (5), taiwanesas (1), indias (3) y chinas (9)- se incrementaron un 4,2% respecto al año anterior, llegando a los 632.000 millones de dólares. Con 100.000 millones menos se erradicaría el hambre en un corto período de tiempo.
632.000 millones ingresaron las cien mayores empresas de armamento en 2023. Con 100.000 millones menos se erradicaría el hambre
El mundo es un polvorín a gran escala y la barahúnda de acontecimientos dramáticos que se está produciendo en el planeta nos arroja hacia un territorio desconocido en el que actores estatales y no estatales manifiestan que el orden vigente no es válido y de ahí la reacomodación política y financiera y las dinámicas militares que contemplamos últimamente. La transformación que experimenta el mundo actual no se da todos los días ni en todas las épocas. El orden unipolar de los últimos 300 años está dando paso a otro multipolar y muy complejo cuya duración es difícilmente predecible y que generará mucha incertidumbre e inestabilidad a la geopolítica mundial.
Los frágiles hilos que han mantenido a la Humanidad al margen de una conflagración mundial se están tensando interesadamente y de una forma aún más peligrosa que la de la denominada 'crisis de los misiles' de octubre de 1962. El riesgo de una escalada incontrolada del conflicto es extremadamente alto, pero la codicia humana no tiene límites.
Claro que los cambios ineludibles de la situación actual no dependen solo de dominar la faceta agresiva del ser humano. No debemos olvidar otra de sus características, ya citada anteriormente: su dimensión depredadora de todo lo que le rodea, exacerbada en la época que vivimos y manifestada sin complejo alguno. La insatisfacción ciudadana ante la falta de respuestas del sistema actual es una realidad que ni ralla el bastidor de una estructura de apropiación y violencia.
Ni el viejo orden unipolar que se resiste a desaparecer, incrementando e intensificando los enfrentamientos armados, guerras y genocidios; ni los nuevos actores de la geopolítica mundial que utilizan los mismos procedimientos; ni la concentración del poder socioeconómico en corporaciones y fondos de inversión; ni el deterioro de los ecosistemas y el cambio climático, ni la miseria y la violencia; ni el desplazamiento de millones de personas hacia otros lugares tienen visos de solucionarse bajo los parámetros que rigen nuestras sociedades actuales.
Recordemos que la hipocresía de la modernidad aparece acompañada de un discurso político que, en su llaneza feroz y desvergonzada, ni intenta justificar moralmente sus peores tropelías. Y esto es casi peor que las consecuencias que genera porque, a diferencia de otras épocas, quienes ostentan el poder ya no ocultan cuáles son sus intenciones, aquellas que nos llevan al ocaso de la Humanidad propiciado por la proliferación de diferentes antagonismos sociales expandidos a nivel mundial y por la negativa creciente a reconocer al otro como semejante e incluso como sujeto de derecho.
La construcción política e ideológica arbitrada por los líderes políticos y grupos sociales y económicos mundiales siempre ha estado determinada en función de sus intereses y esos nunca han sido los de la mayoría. Pero ahora nos hacen caminar hacia el fin de la Historia, y esta vez de verdad.
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