Anonimato por defecto

Estamos construyendo un escaparate colosal. Una herencia digital cuestionable para la generación beta. Sus recuerdos ya no les pertenecen; forman parte de un archivo colectivo accesible para cualquiera.

Daniel Gutiérrez Bernardo

Director general de Buendía

Domingo, 2 de febrero 2025, 22:01

La generación beta llegó a nuestras vidas el 1 de enero de 2025. Rodeados de cámaras y dispositivos inteligentes, realidad aumentada y virtual, blockchain, robots humanoides, drones, robotaxis y a la sombra del proyecto 'Stargate', tienen toda una existencia por construir.

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No será necesariamente mejor ... ni peor que la nuestra. Será diferente. Debe serlo. Condicionados por un pasado que fue nuestro presente, deberán definir su identidad con herramientas disruptivas y otras heredadas. Todo ello, si les permitimos hacerlo. Su capacidad de reacción quizá sea limitada, resultado de la exposición constante, incontrolada y gratuita a la que los estamos sometiendo.

Me pregunto cómo percibirán los integrantes de esta generación su realidad cuando alcancen cierta madurez (aunque sea efímera; no es necesario ser demasiado exigentes). ¿Se sentirán dueños de sí mismos? De su imagen, de la percepción que la sociedad, su familia, su entorno tienen de ellos... De la vida que les tocó vivir y que no eligieron, pero que es conocida por cualquiera que explore una red social o, si me apuran, realice una búsqueda en internet (ya sea basada en un modelo fundacional o no).

¿A cambio de qué? ¿De un pulgar levantado? Llamémoslo por su nombre: un comercio de imagen e intimidad a cambio de validación externa fugaz. Estamos construyendo un escaparate colosal. Una herencia digital cuestionable. Sus recuerdos ya no les pertenecen; forman parte de un archivo colectivo accesible para cualquiera.

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La generación beta merece el derecho al anonimato por defecto. Un anonimato auténtico, sin ambigüedades, que solo ellos puedan desvelar con plena libertad. Tienen derecho a decidir, a ser propietarios de su imagen e intimidad. Tienen derecho a que sus padres o tutores no los exhiban como trofeos en cualquier plataforma digital al alcance de millones de curiosos, resultado de un sistema interactivo decadente. Les debemos respeto, no solo por las posibles repercusiones presentes de nuestras imprudencias, sino por el impacto negativo que estas conductas tendrán en la formación de estos futuros ciudadanos.

Es imprescindible educarnos y reeducarnos. Aplicar sentido común y reflexión. Muchas decisiones con impacto directo en diversas esferas vitales se automatizarán progresivamente, basándose en los datos que compartimos despreocupadamente con cada publicación en línea. Debemos ser conscientes de la enorme responsabilidad que recae sobre nosotros como individuos y familias en un mundo interconectado, ávido de consumir grandes volúmenes de información personal procesada con fines diversos, tanto lícitos como ilícitos. No podemos hipotecar su porvenir.

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