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A tenor de la sentencia del Tribunal Constitucional donde se reconoce la posibilidad de utilizar el asturiano en la Junta a cualquier interviniente, sus 'amigos' han vuelto a ponerse en pie de guerra. Esta vez, como siempre, para destacar las presuntas maldades de una lengua ... que, según ellos, no habla nadie. La verdad, para ser tan insignificante, bien les molesta. A nivel nacional hubo opiniones para enmarcar. Alguna destacaba cómo los niños tendrían un futuro muy negro por tener que aprender la llingua desde la escuela. Eso sí, nada se decía sobre el abandono de los sucesivos gobiernos centrales que han convertido a nuestro paraíso natural en la cantera de titulados de España. Dicho de otra manera: según parece, va a ser culpa del bable la emigración de nuestros jóvenes por falta de expectativas laborales. Tal cual... El hecho no es nada nuevo. Cada cierto tiempo los 'amigos' del asturiano le atribuyen propiedades maléficas casi taumatúrgicas. No me extrañaría, en absoluto, que acabaran culpándolo también de esta pandemia que vivimos. Y si no, al tiempo.
No contentos con esto empiezan campañas para ir más allá. Exigirle lo que a ninguna otra lengua oficial de nuestro país (incluido el castellano) se le ha pedido: un referéndum para ver si aprobamos o no su cooficialidad, como ha solicitado Vox hace unos días. La reforma del Estatuto de Autonomía (1981) necesita la aprobación de 3/5 de los diputados del Parlamento. Esto es, 27 de los 45 actuales. Como el PSOE varió su postura en el 32 congreso de la FSA y Foro se muestra proclive, la cooficialidad está más cerca que nunca. Por tanto, hay que ponerle trabas no vaya a ser que esta fuente de maldad acabe llegando a la sociedad. Repito: sería la primera vez en la historia que se ha preguntado algo de este tipo en Asturias. Nunca ha habido ningún referéndum porque para eso está la democracia parlamentaria, es decir, los señores diputados son quienes nos representan con sus mayorías. Ay, pero eso no vale con el bable. Sí, para el gallego, euskera o catalán que lo hicieron vía aprobación de sus respectivas autonomías. Incluso el valenciano fue ratificado como lengua propia frente al catalán en las Cortes Valencianas con una reforma del estatuto en el 2006 y sin ningún tipo de consulta. Tenemos, pues, que ser diferentes a los demás porque el mal se acerca. Las sombras de la llegada de la cooficialidad son cada vez más alargadas y hay que defender la tierra a lo Pelayo.
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