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Más que una cuestión gijonesa

Más que una cuestión gijonesa

EN POCAS PALABRAS ·

Domingo, 19 de septiembre 2021, 02:14

Asturias inicia mañana la cuenta atrás para viajar en un tren que debería haber llegado a principios de este siglo. La ministra Raquel Sánchez recorrerá la variante de Pajares en el convoy laboratorio que ha comenzado a circular por los túneles. A partir de ese momento, la alta velocidad iniciará un tiempo de pruebas que finalizarán el próximo año. Esta obra, en la que hasta el momento se han invertido 3.716 millones de euros, es la gran apuesta del Ministerio de Transportes en Asturias para esta legislatura. El mayor logro que el Gobierno podrá exhibir en la región antes de las próximas elecciones si esta vez logra cumplir sus plazos, lo que parece más que factible ante lo que resta por hacer. Excepto catástrofe, el AVE llegará a la región pese a los palos en las ruedas que la política le ha puesto durante años. Y tendrá su final de trayecto en una estación provisional con vistas a un descampado dividido a partes iguales entre un parque sin árboles y un matorral en ciernes.

La previsión era otra. El proyecto para la alta velocidad en Asturias fue diseñado para que los trenes llegaran a una estación moderna, adaptada al AVE, donde los viajeros pudieran coger un autobús o subirse al metro para cruzar Gijón. Siete ministros y más de una década después, la estación no es más que una declaración de intenciones y el metro previsto en la mayor ciudad asturiana no ha pasado de un trazado que no avergüenza más porque está bajo tierra. A principios de su mandato, la alcaldesa de Gijón asumió lo que planteaba el equipo del entonces ministro de Transportes, José Luis Ábalos. Ni la ubicación era la idónea, ni servían las cuentas que se habían echado. Pese a tener un convenio redactado, ninguna administración quería embarcarse en el coste de la obra ni en el riesgo de un proyecto que solo sin cámaras a la vista, el ministerio se atrevía a tachar de faraónico. Ana González recuperó la propuesta socialista de llevar el equipamiento casi a la misma parcela que se había elegido una década antes. Desde ese momento, el Ayuntamiento dejó de ser el feliz beneficiario para asumir el riesgo político de un posible descarrilamiento, un cambio de papeles facilitado por la incomparecencia de un ministro que pasó de prometer las obras micrófono en mano en la plaza Mayor a desaparecer. Mientras la zona de Levante se beneficiaba de una millonada en inversiones, Asturias volvió a quedar relegada. De momento, el único logro de la clase política ha sido llevar el desánimo a tal punto que pocos gijoneses se ven con fuerzas para creer que verán algo más en su vida que la actual estación tendejón, unos andenes para autobuses apenas protegidos ante la lluvia y un túnel por el que solo transitan los microorganismos. Un bochorno de mucho más calado para el futuro que la cuestión gijonesa a la que algunos pretendieron reducirlo.

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