Estaba tomando un café y leyendo la prensa en un bar. Se sentaron a mi lado dos mujeres, que comenzaron a conversar sobre sus respectivos hijos. No suelo prestar atención a los diálogos ajenos porque tengo bastante capacidad para abstraerme en la lectura y poner ... entre paréntesis lo que sucede alrededor, pero en este caso me pareció el tema de su tertulia interesante y escuché. Ambas estaban perplejas. Una de ellas comentó que su hijo le había pedido, como premio si aprobaba la EBAU, que le pagara ponerse un 'piercing' en la lengua. La otra le respondió que su hija lleva puestos tres tatuajes y quería ponerse uno más en la espalda para este verano y no se lo iba a permitir.
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Al escuchar la conversación lo primero que vino a mi mente asociativa fue aquella frase de Georges Bataille que decía: «El ser humano es el animal que no acepta sin más su naturaleza, sino que la niega y se niega a sí mismo». Modificar el cuerpo, contrariamente a lo que muchos piensan, no es algo nuevo sino que se viene haciendo desde tiempos ancestrales y en todas las sociedades se ha corregido y marcado el cuerpo: tatuándolo, amputando ciertas partes, punzándolo, escarificándolo, etcétera. El tatuaje (del polinesio 'tatau', dibujar, golpear) ya no atiende tanto a procesos rituales magicorreligiosos como en el pasado, sino que es un adorno corporal que se práctica por motivos estéticos y por influencia de la moda.
El tatuaje más antiguos que se conoce, según nos relatan los antropólogos Eike Winkler y Josef Schweikart en su magnífico libro 'El conocimiento del hombre', es el aparecido en Bürmoos, Schleswig, Alemania, donde se encontró el cadáver de un hombre junto con un hacha de piedra del neolítico inferior, conservado en excelentes condiciones, gracias a los procesos químicos actuantes en los pantanos, que tenía la parte superior del cuerpo y los antebrazos cubiertos de escarificaciones. Destacan en el libro los móviles que llevaban a los escitas a tatuarse y de los que nos informa el médico griego Hipócrates (460-377 a C): «Los escitas maceran sus hombros, brazos y manos, así como el pecho, muslos y caderas, sin más motivo que impedir la debilidad y hacerse fuertes». También en las montañas siberianas se encontró el cadáver congelado de un hombre que tenía tatuado su cuerpo con dibujos de animales mitológicos en color azul. En el libro citan muchos más ejemplos.
El lenguaje corporal se ha convertido en un objeto de consumo y en ese sentido los cuerpos se han transformado en mercancía. Los cuerpos modificados nos siguen revelando cosas sobre la manera individual de sentir el cuerpo, la identidad de la persona, los gustos, la estética, las creencias, las rebeldías y las reglas sociales del individuo modificado con respecto al grupo al que pertenece. El adorno conlleva un simbolismo aparejado y convierte el cuerpo en medio de comunicación. De este modo el cuerpo se constituye como la carta de presentación e identidad de cada persona frente a las otras. Modificar el cuerpo es cambiarlo para sentirse diferentes y nos muestra el deseo de la persona de llamar la atención, la desorientación que se vive a ciertas edades, experimentar nuevas sensaciones y sobre todo la necesidad de expresar algo a los demás.
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Ahora bien, las personas cuyos cuerpos muestran un exceso de cirugías plásticas; los que se tatúan todo el cuerpo -impidiendo que su piel transpire-; los que se cortan la lengua en dos partes; los que se ponen multitud de implantes en la frente; los que llevan 'piercings' por todo el cuerpo; los que se agrandan los lóbulos de las orejas o los labios; los que les da por quitarse el ombligo, tatuarse ojos de lagarto, etcétera, pienso que pueden tener algún rasgo patológico, o no se encuentran bien con ellos mismos, e ignoro qué es lo que pasa por su cabeza, aunque tienen todo el derecho de hacer con su cuerpo lo que quieran. Tal vez lo que sucede es que las personas mayores seguimos teniendo prejuicios frente a los cuerpos modificados y, a veces, se les considera contrarios a lo que era un cuerpo bello en otros tiempos. De los cuerpos modificados al cyborg ya nos va quedando menos.
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