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Llevaba días mascando aquella circunstancia correosa como un abalón. Hasta entonces, asumía que si un verano le había dejado mal sabor de boca era responsabilidad absolutamente suya. Sabía de sobra que si enfilaba San Miguel sin haberse comido al menos una docena de raciones de ... bonito, de pochas, de pimientos verdes y de chipirones frescos sentiría que se le había volatilizado lo mejor de las vacaciones, aunque hubiera tenido la posibilidad de conocer en otros países a lugareños que le hablaban en incomprensibles lenguas asiáticas o de bucear entre gorgonias gigantes. Sin bonito con tomate en su casa familiar, chipirones afogaos en Asturias o a lo pelayo en Getaria, no podía darle el pasaporte a su lista de veranos vividos como Dios manda.

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elcomercio Cuento del 'no verano'