![La cuarta (y apocalíptica) cruzada](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202207/04/media/cortadas/cuarta-cruzada-kOGF-U1706157031498LD-1248x1200@El%20Comercio.jpg)
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En la aciaga y densa historia de las cagadas de la humanidad, un lugar preeminente lo ocupa la malhadada Cuarta Cruzada. En 1204 se produce un parteaguas temporal en el que los ejércitos cristianos tomaron y saquearon Constantinopla (también cristiana), lo que provocó la primera ... caída del Imperio Bizantino. 'Precursores del Anticristo', los llamaron entonces, y bien lo parecía, pues una fuerza destinada a viajar a Egipto y enfilar desde allí la liberación de Jerusalén acabó enfangada en una guerra sucia marcada por la brutalidad, la depravación, la codicia y la intriga política. Estos son los hechos.
En 1187, tras el desastre de Hattin, Saladino toma Jerusalén, con el consiguiente susto en Occidente. De inmediato, Inocencio III llama a la Santa Cruzada, y tras mucha labor y mucho agit-prop (los sermones en las iglesias hacían milagros, literalmente), logran poner en marcha la santa empresa. Dense cuenta de lo que significa para un hombre 'tomar la Cruz': incertidumbre económica, cuatro mil kilómetros de viaje, lo que implicaba cruzar el Mediterráneo; pasar años alejado de su familia, el miedo a la muerte, la tortura o el cautiverio… Las condiciones eran muy duras, y muchos regresaban de Palestina (si regresaban) con un síndrome parecido al de Vietnam, traumatizados, medio locos, o con enfermedades crónicas. A pesar de las dificultades, en abril de 1201 se llegó a un pacto con los venecianos, quienes eran los reyes del mambo en el Mediterráneo, a fin de construir las naves necesarias para llevar al ejército de Cruzados (el dux Enrico Dandolo, ciego y de noventa años, es uno de los personajes más excepcionales de esta historia, y de cualquiera, pienso yo). En todo caso, las cifras que se barajaron, en dinero y material, fueron morrocotudas, tanto que cuando llegó la hora, y tras el extenuante esfuerzo del Arsenal veneciano, los cristianos no pudieron aportar el número de soldados acordado (de 35.000 cruzados solo se presentaron 12.000). El resultado fue que no hubo 'cash' para cumplir con lo acordado, y este es el punto de inflexión donde todo comienza a torcerse.
Con los venecianos podías discutir si son 'galgos o podencos', pero con lo que no podías marear era con el dinero que les debías. A esto se sumó la aparición de Alejo, el hijo de un emperador bizantino derrocado por su hermano, que quería recuperar el trono. Alejo prometió el oro y el moro si le ayudaban en su empresa, y los venecianos propusieron una solución de urgencia: tomar Zara (otra ciudad cristiana) en la costa del Adriático, lo que hoy es Croacia. Se conquistó Zara, los berridos de Inocencio III se oyeron por toda Europa, excomulgó al completo a los Cruzados y, para empeorar las cosas, lo que se sacó de Zara ni dio ni para los cubiertos del banquete. Tras muchas disensiones, fracturas, discusiones, abandonos, se toma la decisión de marchar hacia Constantinopla.
En junio de 1203 llega la flota Cruzada a las murallas de Constantinopla. Tienen que imaginarse el fantástico espectáculo: galeras, naves de transporte y guerra, mercantes, hasta 200 barcos con las velas desplegadas, cientos de gallardetes multicolores al viento. Y la ciudad, Constantinopla, la metrópoli más grande del mundo cristiano, 400.000 habitantes (en su momento, París o Venecia no tenían más de 60.000), rodeada de sobrecogedoras murallas y coronada por la gigantesca cúpula de Santa Sofía, corazón de un imperio esplendoroso y heterogéneo. La flota y la ciudad, lo único fantástico, porque a partir de ese momento, todo será un sindiós. A pesar de que la flota bizantina estaba hecha unas trizas, los imperiales contaban con la terrorífica Guardia Varega, una élite de vikingos que cargaba con enormes hachas, 5.000 escandinavos que formaban el núcleo del ejército. Los Cruzados contaban con su experiencia, con la flota veneciana y con su desesperación. Se intentó llegar a un acuerdo para no desenvainar las espadas, pero acabó en un correveidile de traiciones, de emperadores a la fuga y emperadores decapitados, en un desencadenamiento de fuerzas imposibles de controlar, y en una toma de Constantinopla y un saqueo que se hizo tristemente célebre en toda la Cristiandad.
Nos quedan escenas de todo tipo. Las enormes máquinas de guerra que los venecianos eran capaces de construir sobre la cubierta de sus barcos. Los actos de valentía de un anciano de noventa años, el mentado Dux Dandolo. Los caballeros franceses rompiendo los órdenes de batalla a la búsqueda de una suicida y particular gloria. Los sofisticados recibimientos en la corte de Constantinopla, con los nobles cruzados presenciando la llegada del rey de Nubia, posiblemente el primer negro que veían en su vida. El soporte psicológico que los frailes aportaba con sus estudiadísimos discursos. El fuego griego, que quemaba hombres y almas. El pasmoso acto de valor de Pedro de Bracieux, que entró por un agujero en la muralla y con sus gritos enloquecidos y sus mandobles hizo huir a los cientos de bizantinos que le esperaban al otro lado para escabecharle (lo que hizo posible que los Cruzados entrasen en la ciudad). Las armaduras de los caballeros franceses, llenas de flechas como enormes puercoespines.
El 13 de abril de 1204 cae un imperio. Las lamentables escenas que se produjeron en los días siguientes darían para otro par de artículos, pero pueden imaginárselas (se llega a abrir incluso la tumba de Justiniano para arramblar con las joyas que adornaban al emperador). Se elige a Balduino como nuevo emperador, comienza entonces un Imperio Latino que duraría un suspiro, hasta 1261. Las consecuencias son largas de explicar, pero también las cuenta, junto con todo lo anterior, el entretenido ensayo 'La Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla' (Ático de los Libros), de Jonathan Phillips. Porque, si algo tienen los historiadores ingleses, es que poseen la capacidad de que usted también se estremezca y asalte las murallas bizantinas como si no hubiera un mañana. Y casi no lo hubo.
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