![Las cruzadas](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202102/01/media/cortadas/cruzadas-kWeD-U130386401623NeH-1248x770@El%20Comercio.jpg)
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Si usted se cosiese la cruz para apuntarse a una cruzada, tendría como prerrogativa coger por las barbas a un infiel, subirlo a una catapulta y lanzarlo contra las murallas de cualquier ciudad que estuviese asediando en Palestina o Siria. Por un lado, crea terror; ... por otro, si logra que pase por encima, les somete a guerra química. Durante un asalto con torres, también aprenderá a mojarse con agua y vinagre por si le pegan fuego. Eso sí, a cambio portará hermosos escudos en forma de lágrima, como los normandos, y tendrá asegurado el cielo, da igual las violaciones, pogromos o narices cortadas en su haber. Todo vale al grito de guerra cruzado: Deus vult!, Dios lo quiere. La apasionante historia de los crucesignati abarca unas nueve expediciones, desde los desiertos del norte de África hasta las heladas estepas bálticas, desde las costas noruegas hasta los predios hispanos. Y, curiosamente, todo empieza en España: la toma de Barbastro en 1063 prefigura todo lo que se conocerá como el imaginario cruzado, sanciones papales, guerreros cosmopolitas, métodos espectacularmente sangrientos…
Si las cosas iban moderadamente bien para los cristianos en la Reconquista, en el Oriente, en Bizancio, pintaban bastos. El catenaccio de los selyúcidas obligó al emperador Alejo a pedir ayuda a Occidente, y esa petición fue atendida. El papa Urbano II puso en marcha una enorme maquinaria que cambiaría el curso de la historia: había que rescatar Jerusalén de manos infieles, enfrentarse a la depravación de los paganos. Las 'fake news' ya estaban inventadas y se utilizaron a destajo: exageradas historias de espantosa crueldad oriental, torturas de peregrinos, sodomía… El famoso grito Deus vult! se elevó en el aire y los eclesiásticos desarrollaron el agustiniano concepto de 'guerra justa', que tanto eco tendría en el futuro (en el otro lado se denominaba Yihad). La Primera Cruzada estaba en marcha, en 1096, con sonoros nombres como Bohemundo de Tarento, Godofredo de Bouillón o Raimundo de Tolosa. Hombres ricos y poderosos que mezclaban en su cabeza las conquistas, el reino de los cielos, el oro, el perdón de los pecados, rememorar las proezas de sus antepasados… Por primera vez escucharon el grito de Allah Akhbar, pero a pesar de muchos accidentes y mucha sed e incluso episodios de canibalismo, gracias a sus hazañas y a que el enemigo estaba dividido (recuerden aquello de Martín Villa: cuerpo a tierra, que vienen los nuestros), fue la Cruzada más exitosa. Se tomó Nicea, Edesa (primer estado cruzado latino, 1098), Antioquía… Hasta la caída de Jerusalén el 15 de julio de 1099. Fue un baño de sangre, pero las almas estaban salvadas. Lo cuenta bien la 'Gesta Francorum'.
A partir de ahí comienza la historia de los Estados Cruzados o Estados Latinos en Tierra Santa: Cesárea, Alepo, Acre, Tiro, Beirut, Sidón, Trípoli… Golpes de estado, traiciones, heroicidades, intrigas, choques y alianzas continuas con los musulmanes… La Guerra Santa continuaba en España, pero en Oriente los sultanes y califas comenzaban a organizarse. Se suceden las cruzadas: la Segunda, en 1147, que devino en fracaso; la Tercera, en 1189, que se dio de bruces con Saladino, quien recuperó Jerusalén, pero que contó con un legendario campeón, Ricardo, en remedo de los combates Frazier-Alí; la Cuarta, en 1199, que acabó con el saqueo de Constantinopla por los mismos cruzados que iban a defenderla; la Quinta, en 1217, que se ahogó en el desastre de Mansura; la Sexta, en 1228, que recuperó brevemente Jerusalén… Y hubo una séptima, una octava e incluso una novena, pero hacía ya tiempo que el equilibrio de poder estaba decantado. Los musulmanes empujaron con vigor y cayó Jerusalén, Antioquía, y con la toma de Acre, en el famoso episodio de la Torre Maldita, en 1291, finaliza la presencia efectiva de los asentamientos francos en Tierra Santa. «Todo se perdió –escribe Templario de Tiro–, de modo que, en conjunto, a los cristianos no les quedaba más que una tierra de un palmo de ancho en Siria».
Entremedias, hay episodios apasionantes, como la aparición de las órdenes militares: en 1048, los Hospitalarios, que defendieron el espectacular Crac de los Caballeros, y libraron su última batalla en Malta contra Napoleón en 1789; en 1119, los Caballeros Pobres del Templo de Salomón, o sea, los Templarios de toda la vida; en 1190, la Orden Teutónica, que repartió estopa por todo el Báltico… Los personajes fascinantes brotaban como setas, y dan ellos solos para novelas enteras: Roger, el conde de Sicilia; el famoso Ricardo Corazón de León (que, como Capone, opinaba que se llega lejos con una palabra amable, pero se llega más lejos con una palabra amable y una pistola); Saladino (que siempre jugaba con cartas marcadas); Ana Comnena (que escribe la colorida y erudita Alexíada); el alucinado demagogo Pedro El Ermitaño; el visionario Bernardo de Claraval; la reina Melisenda; el tremendo Federico Barbarroja… También se crea Portugal; aparecen los mongoles, que toman Bagdad en 1258, y destruyen la Casa de la Sabiduría, repleta de miles de manuscritos, y como escribió alguien «las aguas del Tigris se volvieron negras por la tinta». Se produce el tristísimo episodio de la Cruzada de los Niños, y la salvaje cruzada contra los cátaros en Francia, con la famosa frase de Simón de Montfort en la toma de Béziers: «Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos».
En la actualidad, las Cruzadas mantienen intacta su fama y siguen siendo un polo potente de mitos y fascinaciones. En todo caso, si usted quiere profesar el oficio, deberá tener piedad, dar limosna, ser diligente en la oración, observar los días de ayuno, peregrinar regularmente, negarse a utilizar malas palabras o juramentos blasfemos, y abstenerse de jugar, beber alcohol fuerte (el vino se consiente, tampoco hay que forzar), tomar comidas especiadas y comerse con los ojos a las mujeres. A cambio, podrá matar herejes e infieles a tutiplén, y tendrá asegurado un sitial en el Cielo. Si quieren saber más, pueden leer el estupendo ensayo 'Los Cruzados. La épica historia de las guerras por Tierra Santa' (Ático de los Libros), de Dan Jones, y podrán ver si les compensa.
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