El mejor recuerdo

Conocí a Marcelino de la mano de la política y descubrí a un periodista y a una persona, era tan fácil hablar con él, siempre estaba, para un café o al otro lado del teléfono, siempre cercano, profundo conocedor de la realidad de Asturias, interesado en su prosperidad, impulsor de foros de conocimiento, creyente militante en el valor de la formación, de la lectura y la escritura, de la palabra en suma, de una brillantez proporcional a su humildad.

Marcelino era un periodista lúcido, continuo, consciente de la importancia vital de su profesión, de contar la verdad en unos tiempos en los que nos preguntamos si es real la que nos muestran, y de ahí el valor del buen periodismo, el que él cultivaba a través de su compromiso con la verificación, la atención rigurosa a los temas, ese punto de vista personal sano cuando está libre de maquillajes, manipulaciones, exageraciones o minimizaciones interesadas.

Este domingo volví a leer su 'En pocas palabras', donde reivindicaba una vez más el derecho a opinar, subrayando el riesgo para nuestra democracia de borrar los logros de la transición y difuminar las fronteras constitucionales, con toda seguridad preocupado realmente porque a él nada de lo humano le era ajeno, ni una persona ni un Estado, y titulaba su columna: 'A destiempo' y sí, a destiempo te has ido querido director, amigo, hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno.