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Desde que me tocó asistir a una representación de teatro Kabuki (tres horas sin traducción simultánea) hará unos quinientos mil años en un Festival de Teatro de Edimburgo, siento una solidaridad sincera por los damnificados de la realeza nipona. Y entiendo a la perfección la ... incesante cascada de dimisiones y harakiris (metafóricos) que se viene produciendo entre los aspirantes al trono del Crisantemo. La última en escapar de ese acartonamiento que ha convertido a los emperadores de Japón en figuritas de papel maché dignas de un guiñol ha sido la princesa Mako. Y cómo de desesperada habrá sido su huida que por el camino la joven se ha dejado olvidados el millón largo de euros de su dote, la tiara de diamantes y las joyas imperiales... Todo con tal de ser libre. Todo con tal de ser una persona de carne y hueso y no un holograma milenario.

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