Para ser creíbles

En la campaña electoral hay que dejarse de programas que parecen la Enciclopedia Larousse y concretar media docena de propuestas en las competencias propias de cada institución, no con soluciones para la Antártida o para el cambio climático en Júpiter

Domingo, 5 de marzo 2023, 01:39

Dediqué, de forma parcial y sin abandonar mi profesión, cinco años a la política municipal, que como todo lo local me interesa, pero, pese a algún generoso ofrecimiento, no he querido retornar al ejercicio de la cosa pública, ya que, gustos personales al margen, creo ... ser más útil a la sociedad en mi oficio que en un cargo de designación o elección popular. Aunque quién sabe si, viendo el ejemplo del admirado don Ramón Tamames, me lo pienso en el próximo cuarto de siglo.

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Confidencias y bromas al margen, es lo cierto que los temas electorales me interesan sobremanera desde que empecé mis estudios universitarios y cuando, ya en la carrera, pude votar por primera vez en las primeras elecciones democráticas. Y mantengo esa curiosidad e ilusión cada vez que se avecinan unos comicios, con la satisfacción, además, de haberse incrementado, desde hace algo más de 35 años, el número de urnas con el voto al Parlamento Europeo. Para todos cuantos hemos estudiado o trabajado fuera de nuestras fronteras en el viejo continente, cuando España no estaba en lo que, de forma cursi, se llama 'el club', el ingreso de 1986 supuso pasar, literalmente, de extraños o ciudadanos de segunda, a otra categoría, consideración y disfrute de derechos. Yo recuerdo alguna pregunta administrativa de si era europeo, sonrojarme y no saber qué decir, porque mi sí racional e histórico era un no burocrático. Soy pues europeísta convencido y máxime, debiendo la propia existencia al acogimiento por Francia de mi madre en los peores años del siglo XX.

Pero voy a lo que presagia el título de estos renglones. La maquinaria electoral ya está en marcha en Asturias -como en el resto del país, aunque muchas regiones no convoquen ahora elecciones autonómicas-, se está procediendo a la ratificación o renovación de candidatos y a la confección, más o menos (o nada) democrática de las candidaturas. Y el tema está más que interesante. El PSOE presenta candidatos nuevos en Gijón, para revalidar la Alcaldía y en Oviedo, para intentar recuperarla. Ha habido cambios, voluntarios o votados que particularmente me apenan y otros que me producen ilusión, porque, aunque pretenda aquí no herir susceptibilidades, tengo mi corazón y en el lado izquierdo del tórax, aunque la anatomía diga que eso es común a todos los mortales. También aparecen candidatos nuevos a derecha e izquierda, algún episodio de transfuguismo desde Ciudadanos y el regreso de políticos que otrora tuvieron amplias responsabilidades, como don Gaspar Llamazares. En fin, para cualquier experto electoral -y perdón por no salir de los concejos más poblados-, el interés mayor se centra en los resultados de la señora Moriyón para el ayuntamiento que presidió ocho años.

El ámbito autonómico trae la novedad de don Diego Canga, independiente, como el alcalde de Oviedo y que está centrando su actividad en la promesa de una renovación a partir de las ayudas europeas y de una gestión más profesionalizada. Es interesante. Más, a mi entender, que las trifulcas, tristes, en Podemos o que la evolución del voto de Vox, que se presume creciente, pero habrá que ver.

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Al hilo de lo europeo, ya citado dos veces, querría opinar una vez más sobre la campaña. Los tiempos ya hace años que, por innecesarios y cansinos, se han reducido. Y más lo haría yo. Los convencidos, los que van a los mítines, no necesitan de mucha reflexión. Y, para los que dudan y fluctúan -ahí está la alternancia democrática- hay que dejarse de programas que parecen la Enciclopedia Larousse y concretar media docena de propuestas en las competencias propias de cada institución, no con soluciones para la Antártida o para el cambio climático en Júpiter. Pero no solo. Las propuestas tienen que ser viables a cuatro años; no se puede condicionar la labor de los futuros consistorios o gobiernos. Y no solo eso, ya que hablábamos de fondos europeos: deben proponerse actuaciones justificando financiación y plazos de ejecución, contando con ingresos (incluida la política impositiva a seguir para ello), con las líneas de subvenciones a acogerse, en qué plazos y convocatorias y detallando de forma realista, con la legislación de contratos públicos en la mano, en qué tiempo pueden hacerse realidad las maravillas prometidas. Y previendo un procedimiento con información pública y participación ciudadana, sin perjuicio de la responsabilidad última de las personas elegidas. Propuestas en el aire no son creíbles. Pero allá cada cual.

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