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Para quien ha vivido algún tiempo bajo régimen militar, la imagen de un individuo laboralmente uniformado, barba cuidada, acusada alopecia, voz grave, mujer e hijos, diciendo que, en su interior, se siente o se sabe mujer, entra más en el campo del surrealismo que en ... cualquiera de los otros dominios imaginables, incluidos el de la subversión y el de la estafa.
La ley del 'siessí' sacó, a título de efecto secundario, a violadores de las cárceles. La Ley trans, más que una solución para muy delicadas cuestiones que atañen a lo más profundo y nuclear de la personalidad, parece ser una invitación a la elección de condición, no sé si de género o de sexo, ya perdonarás mi impericia en el asunto, sólo superada, a lo que va pareciendo, por la del propio legislador, cuyo entusiasmo hizo temer situaciones de cirugía precipitada e irreversible. Legislar contra la biología, que es una ciencia dura, es decir, seria, es como hacerlo contra la aritmética y yo casi me haría un medio 'Bolaños', o sea que me felicitaría, no entusiasmado como él, pero sí aliviado, si las peores consecuencias de la Ley Trans fueran de la pintoresca índole arriba descrita. He oído toda clase de descalificaciones de los guardias, policías y militares –hablan de cerca de cuarenta, allá por Ceuta– que se acogen a la Ley Trans para beneficiarse de las ventajas profesionales de que disfrutan sus compañeras de uniforme, según el reproche generalizado que se les hace. No entraré a juzgar intenciones, pero, en términos objetivos, no se me ocurre crítica más demoledora a la Ley Trans que la peripecia descrita, jamás hubiera supuesto tal grado de sarcasmo corrosivo en cuerpos uniformados. Si Berlanga levantara la cabeza volvería a bajarla, desmoralizado por la competencia.
Que la España de Sánchez haga el ridículo no es noticia. Donde los delincuentes redactan el Código Penal y el Estado se disculpa ante insurrectos cuyo objetivo político es destruirlo, no puede sorprender demasiado la feminidad sobrevenida de guardias y militares. Si acaso y, al margen de otro 'Bolaños' colectivo para celebrar la solidez de un estado, el nuestro, capaz de sobrevivir a surrealismos tan extremos, sí hay algo serio a considerar. Son pocas, pero hay personas afectadas, de verdad, de cualquiera de las variedades de disforias de género que conllevan tensiones y sufrimientos auténticos. Merecerían, más allá de la mejor atención profesional, algo más de respeto de legisladores y consumidores de la ley.
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