A Hezbolá le estalla el aparataje de comunicación en las mismas manos en esa guerra rara que se libra en una región que viene a ser el origen de las religiones de occidente, siempre comprometidas, paradójicamente, a favor de la paz entre los pueblos. Conforme ... se van repitiendo las hazañas bélicas, con su habitual trágico balance, es frecuente que aparezca en pantalla un responsable de cada bando, el factor humano digamos, largando discurso complementario de la masacre en cuestión y es raro lo extremadamente distintos que resultan quienes comparten una misma guerra y una vecindad ya de raigambre histórica: así, por ejemplo, sale un israelí de mediana edad, imagen de militar de despacho en traje de faena, que refiere la cuestión en tono de aburrida rutina mientras, acto seguido, un clérigo musulmán, turbante negro, barba blanca, transmite su cólera profética de modo que, pese a hablar en árabe, se le entiende todo.
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Es rara una guerra que parece enfrentar al siglo doce con el siglo veintiuno. Dejó escrito Jorge Wagensberg, barcelonés de origen polaco y cuyos libros pueden recomendarse a todo aquel a quien importe más saber lo que pasa que a quién le pasa, que todo saber es resultante de la composición de tres saberes simples o puros: el saber científico, el saber artístico y el saber revelado. Pues bueno, esta guerra tal parece un enfrentamiento entre el primero y el último de esos saberes y sin intervención del segundo, ya que la guerra, cualquier guerra, tiene nada de arte. El saber científico es netamente humano y, como tal, aquejado de todas las limitaciones de la condición humana: la inseguridad, la provisionalidad, la posibilidad de error. El saber revelado, por el contrario, siendo de origen divino, goza de las perfecciones reservadas a lo absoluto. En esa guerra entre odios primitivos uno de los bandos parece sustentado sobre el limitado saber científico mientras el otro rebosa de saber revelado, pues no en vano sus clérigos, receptores privilegiados de dicho saber, si bien no forman en primera línea de combate sí ejercen de cimiento, estructura y coronación del edificio doctrinario esencial que impulsa y soporta los afanes del bando musulmán.
Saber científico, humano y falible, contra saber revelado, divino e infalible. El desenlace de enfrentamiento entre saberes tan desiguales debería ser consecuente con la superioridad de origen de uno de esos saberes sobre el otro pero, de momento, no parece que esté siendo así. Qué raro, ¿no?
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