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Si, a cierta distancia, te sitúas ante la panorámica del Campo Valdés, la que va desde la iglesia de San Pedro hasta el Ayuntamiento, verás que en una trama variada de ocres, que suben hasta Cimavilla, destaca el blanco sábana de la fachada del Colegio ... Santo Ángel. Parece que ha merecido comentarios que le atribuyen una cierta estridencia disonante del conjunto. Sin embargo, también se ha aportado la información, que debemos considerar fiable, de que el blanco era el color original del edificio. Como si alguien dijera que tan blanco resulta áspero y desintegrado y alguien repusiera: pero es que en origen era así. El problema que subyace es si debe prevalecer la consideración estética actual o la fidelidad a origen cuando parece haber discrepancia entre ambos conceptos.
En restauración de pintura o escultura no se concibe la aportación de nuevos contenidos formales ni nuevos significados. Si acaso, se valorará respetar la huella que el paso del tiempo puede haber dejado en la obra, pátinas y similares, siempre que no llegue a haber desvirtuado valores originales característicos. La arquitectura, sin embargo, no puede aspirar a tal grado de inalterabilidad por dos diferencias con las restantes artes plásticas, vinculadas con el contenido y la materialidad. El contenido de la arquitectura, derivado del uso, no queda cristalizado en origen, es evolutivo y cambiante, como la propia sociedad usuaria, y suele estar sometido, no sin tensiones, a continua demanda de actualización. Y, por otra parte, la arquitectura no es disciplina de autor material, el arquitecto no pone la mano sobre la obra. Ambos aspectos confluyen en un enunciado tan sencillo como trascendente: si el contenido de la arquitectura cambia, el contenedor, el edificio, no puede permanecer ajeno a los cambios. Si el uso del edificio va de palacio residencial a fábrica de tabacos, convento y colegio no se ve razón alguna de que el contenedor deba anclarse rigurosamente al estado original. Hacerlo así será una opción y, probablemente, plausible en muchas ocasiones, pero ni será una obligación disciplinar generalizable ni, mucho menos, servirá de excusa para desatender requerimientos actuales de índole diversa: urbanística, funcional, estructural, ambiental y, por supuesto, de seguridad.
Y es que, como a algunos eruditos parece costarles entender, la 'restauración' de arquitectura, nos guste o no, tiene mucho más de arquitectura, es decir, de proyecto, de elección, de riesgo, que de restauración.
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