Una de las prácticas más probablemente suicidas para cualquier político es enfrentarse a la cúpula de su propio partido. Sánchez lo hizo, fue defenestrado y resurgió triunfante de sus cenizas, pocos meses después, al haber logrado el apoyo mayoritario de las bases del partido socialista. ( ... Por cierto, ¿se imaginan tal ejercicio de seducción de masas en un político con la honestidad de Sócrates, el verbo de Demóstenes y la planta de Chiquito de la Calzada?).
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Quienes están en política saben que hay cosas que no se pueden hacer. Pero yo sí puedo. No puedes indultar a quienes prometen reincidir y menos amnistiarlos y menos aún si es evidente que no se hace por mera generosidad o en busca de concordia, sino para comprar apoyos parlamentarios. Pues bien, yo sí puedo.
Con estos antecedentes y todavía hay quien se asusta y se escandaliza por lo del desconcierto catalán, tal parece que no me conocen todavía. Vamos a ver, un indepe catalán considera a un español y se siente tan solidario con él como un español considera a un portugués, si el indepe es buen tío, o a un marroquí, si no lo es. Total, que si queremos seguir sumando para cerrar la puerta al fascismo no hay otra, más dinero para Cataluña, el que pidan. Gentes sin alcances ni ambición se preguntan cómo vamos a salir de esta sin cabrear al resto de España, la de la bolsa menguante, o sea, sin llevar al PSOE al suicidio en el resto de la España votante. Para qué poco os da la cabeza, almas de cántaro. Vamos a ver, será por dinero. A los presidentes autonómicos se les da también lo que pidan, más dinero para todos y todos a callar.
Economistas académicos, sin creatividad ni lirismo, me objetan que el reparto de los recursos del Estado es un juego de suma cero, en el que si crece la tarta de uno o de varios la de otros tiene que menguar. Pues claro y qué problema hay, en principio menguará la tarta del Estado central. Me oyen y se llevan las manos a la cabeza, y cómo haremos para cubrir los gastos del Estado con menos recursos. A ver, a ver, lo importante es, apaciguados los catalanes, parar el golpe de los demás. En cuanto se den la vuelta, ya tranquilos y contentos con la faltriquera abultada, empezamos a subir impuestos, eso sí, con mesura y discreción. Me objetan que subir impuestos, suponiendo que no tropiece con Bruselas, acabará por llevarnos al desastre en las próximas elecciones. Pero para eso faltan tres años, tío, ¿tu sabes lo que es eso en la memoria de un votante? Lo dicho: yo sí puedo.
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