Si trabajas para Sánchez, te dejas en casa los remilgos. Y ni carrera diplomática, ni hostias, si hay que hacer el ridículo ante toda Europa se hace. Y lo que piense o deje de pensar el checo, la holandesa o el finlandés de ese pintoresco ... ministro de exteriores español, que viene al Parlamento europeo cargado de los problemas domésticos de su jefe, haciendo el papelón de humillarse, pidiendo lo que sabe imposible por irracional, a beneficio de un delincuente catalán, hoy ya respetable estadista, pues todo eso, te digo, te la tiene que traer al pairo. Al fin y al cabo, tú eres un 'mandao' y, en el peor de los casos, el ridículo lo compartes con cuarentaicuatro millones de conciudadanos. (Y digo cuarentaicuatro y no cuarentaiocho porque los cuatro que faltan son, precisamente, los que se están partiendo de risa).
Publicidad
No hay que malinterpretar a los separatistas. Por muy intempestivas o extravagantes que sean sus exigencias, estas son perfectamente coherentes con su óptica y su estrategia. Primero, porque cuanto contribuya a subrayar diferencias entre regiones, entorpezca la cohesión territorial y aumente la confusión y el ruido en la escena política, propicia, a la corta, la desigualdad a que aspiran y, a la larga, la desmoralización de quienes aún creen que una España igualitaria es viable. Si, a más a más, que dicen ellos, se consigue la incursión en el ridículo -lo de traducir al español entre españoles en el Congreso lo firmaría Groucho-, mucho mejor, que eso siempre socava una autoestima colectiva, ya históricamente muy baja. Y segundo, porque como es sabido, los nacionalismos operan en el plano sentimental, el español también, como los hinchas de fútbol y los enamorados. Su sensatez, comedimiento o contención son las propias de ese plano en el que opera esa pulsión.
En suma, que los separatistas están en lo suyo, como es de esperar. Quienes no estamos en lo nuestro somos quienes los tomamos en serio y les rendimos pleitesía a cambio de un plato de lentejas para el Sr. Sánchez. Entre sus acólitos tienen especial mérito quienes desdeñan un discreto perfil bajo para entregarse en cuerpo y alma a la causa. Pienso en la abnegación de una Isabel Rodríguez, la voz de su amo, o en ese Bolaños, evidente niño bueno traspuesto en sicario.
Y bien mirado, en el fondo tampoco vale quejarse de que el zascandil de Waterloo haya exagerado en sus demandas. Ha estado incluso contenido. Sabiendo de la disposición de sus interlocutores podía haberse bajado la bragueta y no lo ha hecho.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.