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Lo decía este periódico el pasado martes de la mano de Olga Esteban: un alumno de la escuela pública viene a costar dos veces y media lo que el mismo alumno en la privada concertada. Hay razones plausibles para el mayor coste de la educación ... pública, como la ruralidad o la atención especial a casos que lo requieren, pero también operan factores como sueldos y horarios diferentes en los que la escuela pública ha progresado adecuadamente con notable aprovechamiento, de lo que me alegro en la medida en que recuerdo mi personal experiencia como alumno de la misma.
El actual colegio Jovellanos se llamaba entonces Grupo Escolar Jovellanos y, a diferencia de los espacios libres de que hoy disfruta, que son la planta baja de la ampliación –obra de mi brillante colega José Antonio Pérez Lastra– y el patio de la vecina Escuela de Comercio, la expansión natural de entonces, o recreo al aire libre, era la acogedora vía pública –hoy puta calle– en la cercana y siempre disponible Costanilla de la Fuente Vieja –cuadrín en plano inclinado, porterías de alcantarilla a pared, pelota de aportación colectiva– a iniciativa del propio alumnado. Lástima que el bloque didáctico «Búscate la vida, chaval» no fuera contenido académico reglado.
Y si los 'ratios' actuales oscilan de veinte a treinta alumnos por aula, según modalidades, el sufrido por Don Constantino –alumnado en torno a diez años– oscilaba entre cuarenta y cinco y cincuenta, de los que a doce o quince debía prepararlos para el examen de ingreso en Bachillerato y al resto para variados destinos académicos de vuelo corto sin que la disparidad de tales objetivos académicos entorpeciera mayormente la naturalidad de la docencia simultánea.
Había una curiosa tradición que ayudará a valorar el progreso y el cambio operado en la enseñanza pública: un día, sin avisar, el maestro empezaba a repartir caramelos entre el sorprendido alumnado en plena clase: «Es que mañana es mi santo» era la explicación no pedida. Atentos, no 'hoy', sino 'mañana', previsión del merecido homenaje de la tropa: víveres baratos, temibles botellas de vino peleón y algún que otro puro. Creo que sobran los comentarios.
En fin, en aquel desbarajuste heroico recuerdo haber compartido aula, incluso pupitre, con elementos como Manolín Niembro o José Luis Jorcano, ya entonces gente de peso. Ignoro lo que aquella escuela pública costaría en relación al coste de la actual pero sospecho que los resultados académicos no siguen paralela proporción.
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