De entre los numerosos colectivos humanos que pasan por la historia picando piedra a la intemperie, el judío puede ser el más sufrido y consecuente. Como si supiera y aceptara que su destino es lidiar con las del pulpo. E históricamente lo ha hecho sin ... quejas estridentes, penando hacia dentro con discreción y elegancia. Así que Israel, como concepto, como significado y como realidad social tiene, en principio, todas mis simpatías por razón de esa trayectoria. (Sospecho que alguna otra razón tengo para simpatizar, pero no hace al caso). Y precisamente por esa simpatía me repele y me avergüenza la actuación de Netanyahu y los suyos en la crisis actual. No hay argumento que explique humanamente, no ya que justifique, decenas de miles de muertos en actos de guerra, cuando sabe cualquiera, desde el principio, que la inmensa mayoría de ellos poco o nada tiene que ver con Hamás ni con ningún otro grupo conjurado en la eliminación de Israel. Y esa es la cosa: cuando todo tu entorno te niega el derecho a la mera existencia entonces, una de dos, o te extingues o creas anticuerpos de especial dureza, que es lo que ha ocurrido con Israel.

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Alguien resumió la situación de la zona, en frase inspirada, como «demasiada historia para tan poca geografía». Primos hermanos étnicos a pedrada bíblica por ancestrales diferencias culturales, en este caso de credo y mito, demasiada densidad religiosa, demasiado profeta por hectárea, para extender la frase citada. Ya se sabe que peor que no abrir libro alguno es abrir uno solo, porque ese suele ser sagrado. Total, que hace ya mucho tiempo que ambos bandos sobre la Palestina histórica han acreditado su absoluta incapacidad de buscar, y no digamos encontrar, alguna posible solución a su conflicto. Reconocer el presunto estado palestino forma, a mi ingenuo juicio, parte inicial del camino hacia una solución de coexistencia pacífica. Por ello, hacerlo en tiempo de guerra me parece especialmente oportuno. En cambio, oportunismo, desidia o simple cobardía me parece la actual actitud europea, incapaz de aspirar a una voz propia en el contexto internacional.

El conflicto entre Israel y su entorno árabe requiere una solución impuesta desde el exterior. A Estados Unidos le cabe, antes que a nadie, esa responsabilidad, si bien los antecedentes y la carencia de liderazgo que viene padeciendo, a presente y lastimosamente a previsible futuro, no abonan el optimismo. Cura de humildad para Occidente sería tener que esperar por China.

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