Como era de esperar Biden ha entrado en razón. Nadie, por obcecado, ilusionado o dispuesto que pueda llegar a estar, puede soportar incólume tanto ruido circundante. El sustituto se decidirá en agosto y, lógicamente, la vicepresidenta Kamala Harris parte con la ventaja que se deriva ... de la proyección asociada al cargo que viene desempeñando. Aunque nada está cerrado no parece probable la eclosión de una figura emergente, el gobernador de aquí o de allá o un prometedor senador o congresista que precisaría, en todo caso, de un proceso acelerado de difusión y que, si existiera, habría aparecido ya. Con Biden la derrota demócrata era segura. Sin embargo, en menos de una semana Kamala ha cambiado de registro, la discreción asociada a la vicepresidencia ha dado paso a la presencia potente que toda candidatura requiere. Gane o pierda en noviembre Kamala ya ha logrado, en menos de una semana, una trasformación trascendental del ambiente emocional electoral. Y no me refiero tanto a las señales que se advierten en el partido demócrata, como la recuperación de donaciones o los apoyos explícitos de determinados líderes, como al cambio en el factor determinante de la convocatoria de noviembre, que ya no será simplemente un plebiscito sobre Trump.

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