Quien se toma en serio una ceremonia religiosa la vive como un acto de comunicación, de la especie e intensidad que al antedicho se le alcance, entre su ser más íntimo y personal y lo trascendente. Quien no se toma en serio una ceremonia religiosa, ... misa, bautizo o funeral, acude a ella como a un acto social, en el mejor de los casos. Creo, además, que quienes no participamos de la creencia deberíamos estar especialmente comprometidos en el respeto a la creencia ajena. Que sean, si acaso, los propios creyentes quienes frivolicen, allá ellos, con su creencia, no los ajenos a la misma.
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Viene esto a cuento de la misa de Covadonga a la que don Adrián va o no va según circunstancias ajenas al propio hecho religioso. Si yo fuera don Adrian no tendría la menor dificultad para explicarle al arzobispo mi ausencia de la solemne celebración covadonguiana: «Mire, eminencia, respeto demasiado su creencia como para asumir su ceremonial como un acto meramente social». Y digo yo que su eminencia debería comprender la explicación desde la mera profesionalidad, incluso complacida quiero imaginar. Desde persona cercana se me hace la razonable objeción de que si don Adrián va a Covadonga no lo hace con su personal equipaje espiritual, sino con la representación de los asturianos, un abanico tan variado como inabarcable. Pues veamos, don Adrian me representa, efectivamente, allí donde va. Pero me representa como ciudadano, como sujeto político, como contribuyente o como votante. No me representa como ateo o como forofo del Sporting, porque estas condiciones pertenecen a una esfera de lo personal ajena a la representatividad política. En suma, que por mucha abnegación y mucho pundonor que don Adrián le eche al cargo, no puede representarme en mis aficiones o en mis manías.
Claro que entre las diversas instituciones de todo tipo que conforman la realidad social de un país debe haber la deseable armonía derivada del respeto mutuo, faltaría más. Lo que creo es que esa sana relación no debe incluir la participación en los guisos ajenos. El político, como tal, está de más en misa como el arzobispo no pinta nada en el comité federal del partido. Mira que no habrá sitios y ocasiones donde estrechar lazos y reñirse: desde informales encuentros en torno a unas lentejas, hasta solemnes ceremonias civiles a las que el arzobispo puede ser invitado. ¿Ah sí?, ¿así que la recíproca sí es válida?, ¿el arzobispo sí puede ir a lo civil? Claro, porque como dijo alguien «usted no es mi obispo pero yo sí soy su alcalde».
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