Parece que en el Parlamento español se hablarán próximamente las lenguas regionales españolas y la verdad es que no me parece ni bien ni mal. Funcionalmente, es decir, para entenderse, que es para lo que, en primera instancia, sirven las lenguas no habría ninguna necesidad ... de implantar tal medida puesto que es evidente que todos los hablantes tienen una lengua común. Pero sabemos, aunque solemos olvidarlo, que el ser humano no funciona tanto a partir de necesidades como a partir de deseos. Los nacionalistas suelen ser muy expresivos en los suyos, como suelen serlo también los niños y discutirles el derecho es perderse en el lugar pastoso de lo subjetivo. Que nos legislen, pues, en sus respectivas, nobles y antiguas lenguas, muestra de esa riqueza filológica, tan útil para no entenderse, pero riqueza al fin y al cabo, como riqueza epidemiológica podría llamar el microbiólogo a la proliferación de virus en una comarca, felicitémonos todos. Todo ello sin contar los nuevos puestos de trabajo a crear como traductores en las múltiples instituciones filológicamente enriquecidas. Y, ojo, empleos de calidad, estables y bien pagados, es decir, con cargo al erario público, y no sujetos a las veleidades e incertidumbres del injusto, desigual e imprevisible mercado.

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O sea que bien, como solía concluir un ilustre colega, de buen conformar, ante las realidades poliédricas y aristadas. Solo hay, en esta estrategia políticomercantil, que en el Psánchez es norte y es guía, algo que me inquieta, me remueve, me interpela, como se dice en lenguaje estiloso, y si no me subleva hasta más allá es por pura pereza. Piénsalo un poco: mientras ellos podrán legislarnos en sus lenguas respectivas, los alumnos catalanes seguirán sin poder hablar ni escuchar la de todos en su escuela. Ante eso ni PSOE ni PP tienen nada que decir. Cualquier cosa que dijeran, cualquier intento de subvertir la actual y ya atávica situación de abuso padecida por la mayoritaria comunidad castellanoparlante catalana sería 'casus belli' para el catalanismo. Como si los catalanistas, no los catalanes, temieran que el catalán no pudiera sobrevivir a una mínima libertad de elección, al menos no en el grado de supremacía que a ellos les gusta y les satisface.

Gentes tan proclives a endosar el calificativo de 'fascista' a cuanto se mueve ajeno a sus coordenadas sentimentales necesitan, para sentir respetados sus derechos, arrasar sin contemplaciones con los más elementales derechos ajenos. Eso retrata su calidad moral. Pobre gente.

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