No me lo estoy inventando, lo que voy a contar sucedió de verdad pasando la ITV anual. Al final de aquel proceso inquisitorial me parecía que superar, sin fallo alguno, tal cantidad de variables era tan improbable como no salirse del rango adecuado en alguno ... de los infinitos conceptos que mide un análisis de sangre exhaustivo. Finalmente, el examinador, un individuo gordín, rubín y rizosín, se acercó y dijo que uno de los números de la matrícula trasera estaba ligeramente despegado en un extremo, lo cual constituía falta grave. Y, efectivamente, el centímetro cuadrado final del extremo del seis se separaba cerca de medio centímetro de su base metálica. Descartada toda animadversión personal, puesto que soy persona desconocida para quienes no me conocen, debo atribuir el hecho al simple celo funcionarial. Una persona normal quizá me hubiera advertido de no olvidarme de pegar el extremo del número antes de que, de ir la cosa a más, pudieran llegar a multarme. Una persona diligente hubiera pegado él mismo el extremo irregular mediante el adhesivo que, oportunamente, llevaría al efecto, para satisfacción de la clientela que da sentido y soporte a su trabajo.
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Pero una empresa pública no debe satisfacción a nadie ajeno porque, en régimen de monopolio, no hay clientes sino conscriptos, paganos, cautivos. Por eso es tan impertinente y tan nociva la coexistencia, en un mismo sector, de la empresa pública y de la privada o concertada, porque parece que no, pero las comparaciones las carga el diablo. En países de tendencia mafiosa como los mediterráneos, donde se aprecia más la relación social que la profesionalidad, el sector público no se entiende encaminado hacia la satisfacción de quienes lo sostienen económicamente, sino, prioritariamente, de quienes lo habitan laboralmente, aspiración generalizada en nuestra región a la que, siempre que tengo ocasión, me uno con todo el entusiasmo que me va quedando, pero, eso sí, sin estrecheces ni restricciones, nada de unos sí y otros no, toda la región dentro del sector público, toda Asturies un maravilloso soviet feliz. Se acabarían las diferencias sociales y las 'brechas' de todo tipo y la preocupación por la cuenta de resultados de las empresas y el riesgo de deslocalización y hasta las protestas, porque dónde has visto que haya protestas sociales en un país donde toda la economía sea sector público y siendo nosotros un millón sobre cuarenta y ocho, España ni lo notaría. Y, si lo notan allá ellos, que metan más gente.
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