Como sabrás, el sistema educativo infantil en Cataluña responde al modelo conocido como 'inmersión' en la lengua catalana, lo que significa que, desde el minuto uno, es en esta lengua en la que se explica no solo el catalán, como asignatura, sino todas las demás. ... Las autoridades académicas catalanas no dejan de felicitarse de continuo: «La inmersión es un modelo de éxito, el aprendizaje del castellano no corre peligro».
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Pero la realidad es que la mayoría de los alumnos de Cataluña no tienen el catalán como lengua materna y el torrencial caudal informativo que el aprendizaje escolar conlleva se les endosa en una lengua que, inicialmente, no entienden y, más adelante, comprenden pero no dominan. Y podemos preguntarnos si esta anómala situación es positiva, negativa o indiferente a efectos del resultado del proceso educativo. Pues veamos, resulta que los alumnos catalanes hispanohablantes obtienen, de media, resultados en la prueba Pisa del orden de 25 puntos, sobre 500, inferiores a los de los catalanohablantes. Bien, quizás la diferencia no se deba a la inmersión. Emigración o estatus socioeconómico pueden tener algo que ver en esa diferencia. Y permitámonos una maldad: a las autoridades educativas autóctonas, vanguardia del independentismo, no les preocupará lo de los 25 puntos, ya que les bastará para explicar más de 50 puntos de diferencia un solo factor: la genética.
Ocurre, sin embargo, que hay amplia experiencia en inmersiones similares a la de Cataluña, incluso de mayor crudeza, en países de Asia y África donde, por diversas circunstancias socioculturales, altos porcentajes de alumnos no son educados en sus respectivas lenguas maternas. Y los resultados ya se conocen y son inequívocos. Al margen de otros factores, el rendimiento académico grupal es siempre inferior en estos casos para los alumnos privados de su lengua materna en las fases iniciales de aprendizaje. En este sentido, existen numerosos informes, a escala internacional. El último, reciente, de la Unión Europea, que no trata de resultados sino de derechos humanos. Informes, en todo caso, que en Cataluña se conocen y se desprecian. Porque la inmersión es un éxito, desde luego. Pero no precisamente para más de la mitad del alumnado.
Hasta aquí sólo hemos hablado de funcionalidad educativa, hoy viernes de dolores. Para tratar el mismo problema desde la óptica de los derechos y de lo que no deja de ser un genocidio cultural, sordo y vergonzante, quedamos para la próxima ocasión, viernes santo, más oportuno aún.
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