Me dice el lector de esta columna que últimamente le doy muy duro a Sánchez, y no me cree cuando le aseguro que soy el primer admirador incondicional de Sánchez, por encima de sus bases y sus alturas, por delante de adrianos y adrianas. Sánchez ... lo tiene todo para ejercer su oficio y a todo le saca el mejor partido, vive de sus aciertos y no menos de sus errores, que si ocasionan su caída a manos de lo más sensato de su partido, propician su vuelta triunfante sobre aparatos, comités centrales, viejas glorias y quien se ponga por delante, lo cual está al alcance de muy pocos. Y si engaña, defrauda, hace lo contrario de lo que dice, despenaliza la malversación y desprotege la integridad territorial del Estado que gobierna no miente, sencillamente se alinea con los sabios que cambian de opinión, según explica en ese tono suavón y abizcochado, nunca he roto un plato, pero con ese gesto de agresión contenida que lo contradice, no me haga ser lo peligroso que soy. Y, así, ha salido vivo de inquisiciones y homenajes, de Alsinas, Motos y Évoles hasta que, últimamente, tiene su propio canal donde oficia de anfitrión y sumo sacerdote bendiciendo a sus acólitos, ascende superius, en grado de ministros. Para decirlo en cuñao: un puto genio.

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Anda ahora preocupado por un presunto destino adverso, y eso nos permite a todos disfrutar del exhaustivo despliegue de sus facultades en grado Premium XXL, y pide que le permitan encerrarse con seis hermosos debates, seis, y que me preparen los dos sobreros para escarnio de ese pobre hombre gris, que mejor haría en rendirse sin presentar mayor batalla, si es que no quiere morir de toda formas, pero morir cansado, y cuya máxima aspiración ha de ser, acostumbrado como está a ganar sin bajarse del autobús, que así es su Galicia, que su derrota inapelable en cuanto al debate no tenga una decisiva influencia en sus votantes.

No tengo un póster suyo en la cabecera ni reparto sus retratos por la calle, porque nunca he sido nada fetichista, pero he introducido los datos que caracterizan a Sánchez en uno de esos algoritmos que son mucho más listos que quien los diseñó, lo he cebado con su imagen, su trayectoria académica, su biografía política, sus giras triunfales por los extranjeros, sus alianzas y las cosechas jurídicas recogidas, sus hechos y sus dichos y no puedo decir que su diagnóstico-respuesta me haya sorprendido: «...Todos esos momentos no pueden perderse como lágrimas en la lluvia. No es humano, no es humano, no es humano».

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