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Como soy un pesimista coyuntural me parece que no es tiempo aún de que los países tenidos por democráticos prescindamos de los ejércitos. Como soy un optimista histórico creo que ese feliz día llegará. Fíjate que la propia Europa, la más familiar y cercana, la ... que va de Francia a Polonia, fue escenario, primera mitad del siglo pasado, no hace tanto, de grandes enfrentamientos bélicos, dos guerras mundiales y hoy sería impensable nada parecido. Progresamos. Desde el durísimo escarmiento y a trancas y barrancas, pero creo que progresamos. Pues bien, la cosa aún dista mucho de estar madura para prescindir de los ejércitos, el mundo no es solo la Europa occidental. Si los ejércitos son un activo necesario en tiempos de paz no hay razón alguna para marginar u ocultar su realidad. Pero creo también, y no sé si más por ética o por estética, que tampoco es cosa de exhibir los ejércitos y regodearse en sus habilidades. El proceso de digestión alimenticia, por ejemplo, es condición básica de la salud pero ello no lleva a hacer espectáculo del mismo. Así que no soy de los que abominan del Festival aéreo anual pero creo que hay mejores actividades en que invertir energías y dineros e, incluso, mejores maneras de presentar el necesario ejército a la parroquia que lo sufraga.
Y luego está el ruido. Debo confesar, desde satisfactoria sorpresa, que en la presente edición no detecté el tradicional ruido invasivo capaz de incordiar, molestar, horrorizar a todo mamífero, bípedo o cuadrúpedo, ajeno a la organización o a la divina adolescencia. Muy de agradecer la contención acústica, con la fiesta del Solarón tuvimos decibelios para todo el año. Y paralelamente a toda disquisición acerca de la pertinencia u oportunidad del evento es del todo cierto que interesa a miles y miles de contribuyentes, fueran 280, 140, 70 o quizá 35 los miles de espectadores porque, que yo sepa, no se ha explicado la demometría aplicada ni de qué fuente procede una cifra que excede el número de habitantes de la ciudad sin que consten ni la concurrencia unánime de todos los gijoneses ni la saturación y colapso de vías o medios de comunicación hacia la ciudad, ni de los bares y restaurantes de la misma si el número de asistentes derivara de la afluencia externa. En todo caso, y megalomanías demográficas aparte, debe reconocerse el éxito de público del festejo, difícilmente igualable en otro tipo de convocatoria: repartiendo, por ejemplo, masas corales o cuartetos de cámara por las plazas y parques de la ciudad. Somos como somos.
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