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Ya he comentado aquí anteriormente que la actual polarización política en dos bloques irreconciliables no refleja ni de lejos, afortunadamente, la realidad social del país, mucho más templada y madura.
Si nos preguntamos por el origen de esta situación política, empezamos por constatar que confrontación ... entre partidos de gobierno ha habido siempre, pero creo que el frentismo actual viene de la moción de censura que lleva a Sánchez al poder, al sustentarse sobre grupos políticos digamos disruptivos, algunos de ellos sin equivalentes en toda Europa, donde difícilmente se encontrarán parlamentos en los que un diez por ciento de sus miembros aspiren a destruir la integridad territorial del Estado y otro significativo porcentaje a demoler la Constitución fundacional de la actual estabilidad democrática. Con tales apoyos el 'Psánchez', es decir, lo que va quedando del PSOE al que tanto votamos, abona el frentismo y la polarización que pone a la ciudadanía en el trance de elegir entre bloques que incluyen, necesariamente, extremismos indeseables. Así la situación de partida, no cabe escandalizarse de la acción de gobierno consecuencia de aquella: leyes chapuceras y absurdas o concesiones impresentables hacia políticos delincuentes ávidos de reincidir, mientras la tímida reforma de la reforma laboral sale adelante con un voto del PP supuestamente involuntario y la reparación de la chapucera ley del 'siessí' con el mismo apoyo.
Al margen de luces y sombras en la pasada ejecutoria del Gobierno, lo que sigue pesando sobre el mismo es la persistente actitud de cinismo abizcochado del presidente, ese tono melosón con el que endosa frecuentes ruedas de molino. Así, por ejemplo, el mayor experto de Occidente en pactos políticos tóxicos se erige, con absoluto descaro, en censor de pactos ajenos: los demás no pueden hacer lo que él ha hecho reiteradamente. Quien viene manipulando en su favor el CIS, que se equivoca o miente con nuestro dinero, amenaza con denunciar a las empresas privadas de demoscopia, cuyos vaticinios le disgustan, quizás porque generalmente aciertan. Tras explicar Feijóo su veto al político valenciano de Vox condenado por violencia de género, sale la ministra portavoz, cero en comprensión lectora, a acusarle, sin perder un ápice de dulzura, de blanquear tal delito.
Estas desfachateces contribuyen, tanto como los propios errores legislativos, a disociar al actual PSOE de las capas sociales más lúcidas de la propia izquierda moderada no adscrita, expulsada por la incompetencia y el cinismo.
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