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Culturas

Cosme Cuenca

Gijón

Jueves, 12 de diciembre 2024, 22:41

Un amigo que me supera en edad, aunque no sólo en eso, cuenta que, de niño, compartió aula con compañeros que iban a aquella escuela rural descalzos. Circular descalzo por la vida significa miseria y probable exclusión social. En cambio, ir a la escuela descalzo ... es algo distinto de ir descalzo sin más. Significa pobreza severa, pero pobreza integrada, socialmente asumida, 'cultura' de la pobreza, la que debería avergonzar, más que a su protagonista, a todo el nosotros de la época y el lugar. En madreñes iba la mayoría del resto del alumnado, praos y caleyes mediante, habitando otra de nuestras ancestralidades, la de la aldea embarrada. Realidades felizmente superadas, pero que remiten a la rica 'cultura' de la madreña, gran invento y ejemplar diseño, eficiente en funcionalidad, coherente de forma y más que expresivo de significado.La última de nuestras culturas reconocidas, la de la sidra, es también generosa en significados y formas. El vaso de sidra, por ejemplo, no es como el de vino, que admite variedad en todas sus cualidades físicas. El de sidra es vaso especializado en su función y normalizado en forma, tamaño y espesor, hasta dar en tipo cerrado e irrepetible, sólo para la sidra, que, simétricamente, no admite otro recipiente para su consumo social. De la singularidad del vaso deriva, supongo, un uso común que extraña a los ajenos: lo de compartir un mismo vaso entre varios y ese remate del trago, de intención supuestamente higiénica, al tirar un resto final en gesto más poético que eficaz. Hay que imaginarse, en tiempos fundacionales, ese vaso finísimo y carísimo y esos parroquianos expansivos manejando tan valiosa herramienta para entender que el chigreru les aplicara el lema de los mosqueteros. La costumbre hace ley y hasta 'cultura', pero habremos de convenir que, a día de hoy, ese compartir vaso ha bajado en trascendencia económica y subido en impertinencia higiénica. ¿No habrá llegado el momento de hacer recuerdo de un uso tan pintoresco? Bueno, pintoresco es poco, yo casi diría entrañable. Y no tanto por anacrónico o por antihigiénico, sino simplemente por impertinente, por innecesario y por antiestético, aún admitiendo el mucho compañerismo que comporta y significa. La cultura sidrera, sea ello lo que sea, no puede radicar en esa clase de servidumbres, absolutamente accidentales, del mismo modo que la cultura rural no radicaba ni en los pies descalzos ni en el barro de les caleyes.

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