Soy de los que captan antes la estética del comportamiento, digamos el estilo, que el contenido ético de las conductas. O sea que me cuesta más condenar en el plano moral que descalificar en el plano estético. La vida no es como el cine en ... el que los malos suelen, además, ser feos y los buenos rarísima vez no son lo guapos que corresponde a su bondad. Viene esto a cuento de determinados personajes públicos que practican una presencia mediática tan estridente, es decir, un estilo tan sumamente estentóreo, que tiende a sobreponerse a los contenidos morales de su actuación. Ahí están Nicolás Maduro y Donald Trump, dispares en origen y talante y, sin embargo, reciamente convergentes en formas y maneras, cada uno las suyas. Claro que se pueden analizar moralmente sus acciones políticas más significativas: por ejemplo, cuando uno se niega a publicar las actas electorales y cuando el otro se regodea largando bulos e insultos, sin la más elemental contención. Lo que me pregunto es hasta qué punto tal posible análisis es innecesario después de percibir el estilo, el gesto de ambos individuos. ¿Puede un arquetipo modélico de la estética energúmena evitar el mismo calificativo en el plano ético? En otros términos, el mero estilo que Maduro no deja de irradiar porque esa es su esencia y Trump se complace en lucir porque cree que esa desfachatez es lo que de él se espera. ¿No es suficiente para desacreditar moralmente sus acciones sin mayores disquisiciones?
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En la lógica ortodoxa la respuesta debería ser negativa: la ordinariez no implica necesariamente maldad. A lo mejor ese señor tan zafio está reventando con la razón. Esto es lo que diría la academia. Por mi parte me arriesgaría a contravenir la prudencia y decir, al menos en los ejemplos citados, lo contrario: las maneras de Maduro y de Trump trascienden el plano estético e irrumpen en el dominio ético diciendo a voces lo que son. Es como la cantidad que a base de insistir se hace cualidad: a diez grados tienes agua fría y a cinco muy fría, pero, insistiendo, bajo cero grados lo que tienes, sin dejar de ser agua, ya se llama hielo y es otra cosa. Tal grado de aberración estética sólo es compatible con parecido grado de aberración ética y, además, es casi evidente que los hechos lo corroboran. Para mí lo más asombroso, e inquietante, es que el fenómeno Trump tenga la credibilidad y el apoyo de la mitad de la población. Por su parte, los apoyos internacionales de Maduro se llaman 'izquierda', pero ya no sorprenden a nadie.
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