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Con el entusiasmo que la caracteriza la ministra Montero ha protagonizado, en los medios de comunicación, la condena a la sentencia absolutoria del caso Alves ... pero no es la única. Con anterioridad otra ministra, Ana Redondo, de Igualdad, ya había manifestado también, con menor traca mediática, su oposición con frases como «las mujeres tienen que saber que su voz y su palabra son creíbles. La ley respeta, protege y avala lo que una mujer está diciendo como veraz». Lo que dicen las ministras que dice la ley es como para preocuparse un poco porque podría resumirse, sin exagerar, en que tú y yo, y el tendero de abajo, estamos en libertad porque ninguna mujer nos ha denunciado ya que de la declaración de la ministra doña Ana y del discurso reiterado de doña María Jesús parece deducirse que la palabra de toda denunciante, en materia de agresión sexual, debe ser incuestionable. Seguro que saben las ministras que su planteamiento vulnera elementales principios de derecho si no, más sencillo aún, de palmario sentido común: en todo litigio se busca la verdad y la verdad no radica en ninguna condición de los litigantes previa a los hechos, ni en la edad, nacionalidad u origen y ni siquiera en el sexo. Una mujer puede exagerar o mentir como un hombre y corresponde al juez decidir en función de su valoración de los hechos en relación con la legislación vigente y no de la condición, de ningún tipo, de los implicados.
Releo lo anterior y me da cierta vergüenza escribir ideas tan elementales. Pero es que quien las cuestiona no es un exaltado inmaduro sino ministras del gobierno de España.
Por otra parte y aunque inicialmente pueda sorprender tampoco ha de resultar especialmente extraño el cambio de criterio que da lugar a la revocación de la sentencia anterior. Es algo consustancial a la existencia de instancias diversas y sucesivas con cuya concurrencia se pretende la obtención de mejor justicia y no, como tú piensas, acoger laboralmente al mayor número posible de letrados, profesión la más abundante entre los políticos que confeccionan las leyes, mal pensado eres.
Y al margen de consideraciones y razonamientos hay un hecho que no parece haber merecido demasiada atención: culpable o no culpable, parece ser que, a cuenta de este caso, el señor Alves se ha pasado más de cuatrocientos días en prisión. Desde fuera puede parecer poca cosa pero me reitero, con absoluta convicción, en aquello de que un día de cárcel es mucha, pero mucha cárcel. Lo crean o no las ministras.
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