Decía semanas atrás que existe información internacional fiable de que los alumnos, de cualquier cultura y nacionalidad, sometidos a inmersión lingüística en un idioma ajeno a su lengua materna, desde el minuto uno de su proceso educativo, acusaban un déficit de rendimiento escolar, obteniendo peores ... resultados educativos, tipo Pisa, que los que se educaban en su lengua materna. Esta situación es frecuente en muchos países de Asia y África debido a la atomización lingüística y al predominio del inglés. Y ocurre también hoy en Cataluña, en perjuicio de los alumnos hispanoparlantes, que son la mayoría. Y, sabiendo que esto es así, es decir, que son mayoría y que están siendo perjudicados y no sé si sabiendo que ser educado en la lengua propia, cuando no existe impedimento ni dificultad alguna para ello, es un derecho elemental de cualquier alumno, es decir, de cualquier persona, cabe preguntarse por qué las autoridades educativas de un país del Occidente desarrollado, Cataluña, insisten en negar derechos elementales, para obtener peores resultados académicos.

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La respuesta es sencilla: la prioridad del sistema educativo catalán no es el buen provecho del alumnado, sino la implantación de lo que se tiene por esencias catalanas. La prioridad no es el alumno sino el idioma. Pero veamos, el idioma no siente ni padece, la lengua catalana, como tal, no es sujeto de derechos, los sujetos de derechos son las personas. ¿Entonces? Pues nada, sencillamente los supuestos derechos de las personas que gestionan y gobiernan la educación en Cataluña se imponen y arrasan con los derechos, ciertos y no reconocidos, de los alumnos hispanoparlantes, y el precio del abuso que estos alumnos pagan y padecen se considera justo y rentable. Quizá porque los responsables del sistema piensan que hay que integrar a esos alumnos para que sean 'como nosotros'. Porque ser como nosotros es la única forma correcta de ser catalán, qué importa cómo quieran ser ellos si pretenden vivir aquí. Al fin y al cabo, precedentes de esta estrategia homologadora no faltan: había también una única forma correcta de ser buen español cuando Franco y una única forma correcta de ser buen alemán en Alemania, allá por el treintaitantos. De estos y otros precedentes parecidos podemos extraer el calificativo más idóneo para lo que hoy ocurre en Cataluña. Pero quienes extienden certificados de progresismo afirman que ese genocidio cultural, blando y sordo, es progresista. A ti, qué te parece.

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