El premio Princesa de Asturias de las artes, cuyo jurado se reunirá en breve, se mueve en dos planos: la persona y el sector del arte que se premia, sin desatender a ninguno de estos, que no falte un bailarín o una fotógrafa. Y la ... primera dificultad es identificar los linderos de las artes, cada día más difusos, sobre todo para quienes no habiendo practicado nunca ninguna de ellas, es decir la mayoría de los miembros del jurado, pueden llegar a necesitar de una etiqueta clarificadora, esto es arte, esto mera técnica, esto artesanía, límites tan convencionales como difusos. De hecho, además del cine y de la fotografía me he encontrado, en el último sondeo realizado, con la 'historieta' como noveno arte, que ya era hora, y a mí aún me faltaría el reconocimiento de la publicidad y el diseño en general -industrial, gráfico, indumentario- como décimo, undécimo y de ahí en adelante, porque para que pueda hablarse de arte basta que en la actividad se identifiquen al menos dos componentes: estética y comunicación.

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Se me dirá que me estoy olvidando de la más excelsa de las artes emergentes, la cocinería. Pues no, nada de eso, sencillamente creo que la cocina, en su actual dimensión, excede el dominio del arte para alcanzar el de la más olímpica filosofía, algo entre la retórica y la mística.

Pero volvamos a la 'historieta' -el tebeo, el cómic-, que nunca ha sido reconocida con el premio de las artes. A Joaquín Lavado, Quino, genial autor de numerosos libros de humor gráfico, entre los que Mafalda es lo más popular, pero ni lo más brillante ni lo más representativo, se le dio el de Comunicación y Humanidades como si tuviera más de pensador bondadoso que de artista. La historia del tebeo como género autónomo y socialmente arraigado pasa del siglo de extensión, con nombres como Will Eisner, Alex Raymond, Hergé, Giraud-Moebius, Uderzo y Goscinny, Crumb, Manara, Alan Moore y otros tantos de los que me estoy olvidando y que apuntan a una variedad de géneros y subgéneros tan compleja como pueda serlo la de la más variada y extensa literatura.

En una ocasión se reconoció a la lírica española en siete representantes. El mérito artístico de altísimo nivel y su justo reconocimiento se verían absolutamente bien atendidos honrando la obra ingente y original de Francisco Ibáñez, el de Mortadelo, por razones obvias; la del madrileño Carlos Giménez, artista y notario de la mejor memoria histórica, y la del gallego Miguelanxo Prado, sencillamente porque ahora mismo es el mejor. Del mundo.

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Tampoco será esta vez.

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